Responsable del estudio de arquitectos Rogers & Partners, candidato al desarrollo de la Isla de la Innovación

Elisa CAMPO

Simon Smithson (Londres, 1954) es el responsable del Estudio de Arquitectos Rogers Stirk Harbour & Partners de Madrid. Smithson, que visitó Avilés esta semana, forma parte de una de las cinco candidaturas que aspiran a redactar el plan especial de la Isla de la Innovación: la UTE formada por Rogers, Idom y Vidal Arquitectos. En el organigrama del equipo, Smithson y Richard Rogers serían los responsables de dirigir el proyecto. En parte, el grupo de trabajo es el mismo que firmó la T-4 de Barajas (Madrid).

-El concurso para la Isla de la Innovación ha reunido a tres grandes referentes de la arquitectura contemporánea, los tres británicos, además de a dos equipos netamente españoles. ¿Es esto muestra del buen momento de la creación inglesa, del éxito del proyecto o de ambas cosas?

-Si, quizás Inglaterra esté experimentando un periodo de renacimiento en el diseño, muy similar al de los años 60 cuando nuestro estudio (entonces Richard Rogers Partnership) inició su actividad. Quizás debamos encontrar un buen nombre para este fenómeno - uno que se ajuste a la etiqueta «the swinging sixties» («los acelerados años 60»)-; esa es una bonita idea.

-Normalmente trabaja en grandes ciudades: Londres, Madrid... ¿Qué le atrajo de Avilés? ¿Qué referencias tiene, más allá del Niemeyer?

-Es cierto que nuestros proyectos más conocidos se encuentran en París, Londres y Madrid, pero hemos trabajado en muchas ciudades por todo el mundo; por ejemplo, acabamos de terminar un proyecto en Sevilla, que es una ciudad fantástica. Uno de los grandes lujos de ser arquitecto es que ganas un conocimiento muy profundo sobre la cultura de muchos sitios diferentes. Las ciudades con la escala de Avilés tienen una ventaja enorme ya que son lo suficientemente pequeñas como para gobernar su propio destino. Sin embargo, ciudades como Londres o Tokio son muy difíciles de manejar, su diseño las puede hacer parecer diferentes pero son demasiado grandes como para darles una nueva forma.

-¿Qué fortalezas tiene su equipo de trabajo? Su vinculación con Luis Vidal Arquitectos ya data de hace años?

-Nuestro primer proyecto en España fue un masterplan para el ParcBIT en Palma de Mallorca. Hablamos de 1989, y desde entonces no hemos dejado de trabajar en España, donde hemos tenido una suerte inmensa con nuestros proyectos. Llevamos a Avilés no solo una gran experiencia y conocimiento de este país sino también gran entusiasmo.

-¿Qué opinión le merece el centro Niemeyer, en la doble faceta de contenedor arquitectónico y de foco de creación cultural?

-Creo que es imposible separar ambos conceptos, cada uno se alimenta del otro; esa es la gran lección que hemos aprendido de ciudades como Bilbao y Barcelona. Sí, un buen diseño es muy importante, pero también lo son la estrategia global, el mecanismo de entrega y los organismos sociales/políticos; todos juntos hacen posible que se realice el proyecto. Tenemos que pensar en el diseño pero, al mismo tiempo, en cómo podemos hacerlo posible.

-¿Tiene la Isla de la Innovación paralelismos con algún proyecto en el que haya trabajado anteriormente?

-Puedo pensar en varios proyectos que ofrecen características muy similares, pero lo sorprendente es que cada proyecto es siempre muy diferente al resto. Los clientes suelen cometer este error y pensar «¡oh! han hecho muchos (digamos) aeropuertos, así que deben saber cómo diseñar nuestro aeropuerto», pero en realidad eso no es tan sencillo. Algunas veces una mirada fresca es totalmente vital. Lo que podemos aportar de los diseños urbanos del pasado tiene más que ver, probablemente, con el proceso. Nuestro proceso de diseño tiene una gran carga de colaboración y se basa en un proceso de análisis muy detallado: queremos ser capaces de llegar bajo la piel del lugar, además de ser importante saber sintetizar esta información. Creemos que una vez se ha comprendido la esencia de un problema resulta mucho más sencillo encontrar la mejor solución.

-¿Puede ser este plan urbanístico una baza que permita a Avilés alcanzar en este principio de siglo una posición consolidada en esa competencia de ciudades de la que Richard Rogers habla?

-No podemos describir la Europa de hoy en términos de un conjunto de 51 países, sino como una constelación de 150.000 comunidades compitiendo no sólo para atraer nuevas inversiones sostenibles, sino también para conservar las actividades de negocio existentes. Creo que esto ayuda a dar perspectiva al proyecto. Avilés debe atraer inversores, visitantes, empleadores y empleados, y seguir siendo una ciudad atractiva para vivir.

-En el contexto de crisis actual, ¿cree que es posible desarrollar el proyecto de la Isla?

-En realidad yo le daría la vuelta a esta pregunta, quizás este sea el mejor momento para planificar el futuro.

-¿Cómo puede transformarse un diseño como este en una realidad que tenga financiación y que sea sostenible?

-No estamos interesados en desarrollar ideas o trabajar en planos que se queden tan sólo en pedazos de papel. Por tanto, el plan tiene que ser factible. Siempre resulta complicado conseguir el equilibrio ya que el proyecto necesita, a su vez, ser ambicioso; esto viene implícito en la idea de planificación, hay que entender que estamos trazando planos para el futuro de una ciudad 20-25 años). Es decir, estamos ordenando un ámbito en base a esperanzas y aspiraciones, afrontando lo desconocido frente a lo conocido.

-Richard Rogers defiende las ciudades compactas. ¿Cómo puede aplicarse este concepto a las ciudades en las que la industria ocupa gran parte de la periferia?

-Hubo un tiempo en que los gobiernos intentaron sectorizar las ciudades. Consideraban que la industria era incompatible con los usos residenciales, pero actualmente la tipología de la industria en Europa está cambiando. Una de las características más asombrosas de las ciudades es su capacidad de cambio. Urbes como Londres o París existen desde hace cientos y cientos de años, y sus barrios han pasado por muchos ciclos de cambio.

-¿Cree que podría hablarse de un renacimiento de las ciudades, vinculado a conceptos como la sostenibilidad, la calidad de vida y la responsabilidad social?

--Aunque las ciudades han pasado por diferentes modas siempre han sido esenciales para la innovación y el cambio, así que sí, yo los veo como conceptos totalmente compatibles.

-¿Es incontestable que una renovación del urbanismo lleva ligada la transformación social?

-Si, un buen diseño urbanístico puede cambiar las ciudades para mejor, por eso es tan fascinante

-Usted habla de España como la tierra prometida de los arquitectos. ¿Qué ventajas e inconvenientes supone trabajar en una ciudad como Avilés, alejada hasta ahora de las vanguardias urbanísticas?

-En realidad, España tiene muchas ciudades con un número de habitantes comprendido entre 250.000 y un millón, y la calidad de vida en la mayoría de ellas es, según nuestra experiencia, muy alta. Hablo de ciudades como Valladolid y Sevilla, que nosotros conocemos bien y a las que amamos. Los carriles bici están transformando la capital andaluza y Valladolid goza de una red fantástica de espacios peatonales y de una vida cultural vibrante, por lo que no veo razón para que Avilés no pueda estar igualmente a la vanguardia del diseño urbano.

UTE IDOM, Rogers y Vidal

Esta unión temporal de empresas que aspira a hacerse cargo del desarrollo del proyecto de la Isla de la Innovación está compuesta en un 50 por ciento por IDOM, en un 25 por ciento por Rogers & Partners y en un 25 por Vidal y Asociados. Actúa como delegado el arquitecto asturiano Julio Redondo y los directores del proyecto son Richard Rogers y Simon Smithson. Rogers es premio «Prizker» de Arquitectura.