Me considero una persona privilegiada. Tengo la suerte de haber nacido en una familia donde mi padre y mi madre tuvieron que emigrar a Euskadi para «ser alguien en la vida», buscando un lugar «de oportunidades», donde yo nací y viví 19 años y desde donde pude comprobar que «las cosas no son exactamente como nos las cuentan». La suerte de haber emigrado desde allí a Asturias, donde tuve que reorganizar mi vida, con todo lo que esto supone: estudios, amigas/os, trabajo? La suerte de haberme acercado desde muy joven al mundo de las asociaciones y al voluntariado, lo que me ha permitido aprender y conocer personas con realidades, situaciones, vivencias y opiniones muy diversas.

Estas vivencias y esta «suerte» me han construido como soy y me han dado una perspectiva, creo que abierta de la vida y de las personas. Esto me lleva a lanzarme a diferentes «aventuras» por otros países y continentes, con el fin de conocer, aprender, compartir. Mi último destino ha sido África.

Por diferentes circunstancias, se fueron cruzando en mi vida muchas personas africanas vecinas de Avilés que me empezaron a mostrar un mundo que yo conocía muy de lejos y a través, fundamentalmente, de los medios de comunicación y personas que habían viajado a algún país africano. Cuanto más iba conociendo y más me iban contando, más interés, sorpresa y fascinación despertaban en mí sus vivencias. Fui conociendo su historia y ellos y ellas la mía, lo que llevó a que me invitaran a viajar con algunos de ellos a Senegal este pasado diciembre.

Dada la situación laboral en la que actualmente se encuentran, una vía de ingresos es comprar en España coches de segunda mano que luego pueden vender en sus países obteniendo beneficios. Así comencé mi aventura hacia Senegal, el día 13 de diciembre a bordo de uno de esos coches, sin calcular muy bien, desde el desconocimiento, lo que eso me iba a suponer.

Los cuatro o cinco días de viaje previsibles, se convirtieron en 13? África es así: fronteras, controles policiales, situaciones que hacen cambiar las normas de un día para otro. Hube de incorporar a mi ruta un retroceso desde Mauritania al norte de Marruecos, de allí a Malí y finalmente Senegal, mi destino. Desde Mauritania hice el viaje sola, ya que mis compañeros de viaje tuvieron que seguir en coche hasta Dakar.

Marruecos comienza a marcarla diferencia entre la realidad y tus planes. Allí empiezas a tener la sensación real de cambiar de continente: el paisaje, el color, la ropa, el olor, las carreteras? Todo te hace sentir en otro mundo, y esa sensación es fantástica, agradable y excitante. En el camino me crucé con gente increíblemente acogedora y comprensiva con mi situación. En autobuses, coches, caminos donde yo era la única blanca y en situaciones donde no había ningún lenguaje común con el que poder comunicarme, entendían lo que yo sentía en esos momentos y me ofrecían comida, bebida, compañía, sonrisas que me hicieron hacer todo el recorrido «extra» con una tranquilidad y seguridad que, viéndolo ahora de lejos, no comprendo muy bien? Quizá fui un poco inconsciente?

Un amigo africano me dijo un día: «Putxi, tienes que entender que vosotros en Europa tenéis reloj y nosotros en África tenemos tiempo». Y enseguida fui consciente de esto. Si te dejas llevar por esa manera de entender la vida, disfrutas de auténticas relaciones personales. Cuando el idioma dificulta la comunicación, se dirigen a ti mirándote a los ojos y diciendo tu nombre con una sonrisa en los ojos y en los labios.

A África llegué con los ojos y los oídos bien abiertos. Allí entendí muchas cosas, no entendí otras muchas, compartí vivencias muy duras, intenté comprender la relación y responsabilidad que tienen las personas que están aquí para con sus familias allí, viví el desconocimiento de la situación de los inmigrantes que vienen a Europa.

La vuelta fue muy dura por todo lo que traía en mi maleta. ¿Cómo cuentas lo vivido, lo sentido, las impresiones, las sensaciones?, ¿qué puedo hacer yo desde aquí para que la situación mejore allí? Y, lo más duro, traía miles de mensajes y fotos de familiares de personas que están aquí y que llevan 4 años sin ver a sus familias? y yo era «la mensajera».

En África he crecido como persona cocinando, tomando el té, charlando, yendo a por agua al pozo, bailando, pescando, viviendo... Tengo la suerte de tener en Avilés «un cachito» de África que me permite seguir aprendiendo, mezclando costumbres y tradiciones, maneras diferentes de ver y entender las cosas. Gracias a todas las personas africanas de Avilés por darme la oportunidad de compartir nuestras vidas.