Jessica Rabbit es un dibujo animado que tiene conciencia de ser un dibujo animado. «No soy mala, es que me han dibujado así», comenta al detective que le reprocha no sé cuántas maldades cometidas... Don Quijote, perdido por La Mancha, recibe palos y cuando recobra el aliento dice: «Yo sé quién soy». Son dos personajes ficticios que cumplen al pie de la letra los requisitos marxistas para la revolución: lo primero es la definición de uno mismo, luego el asalto de los cielos, la transformación del mundo.

Luigi Pirandello (1867-1936) le dio carta de naturaleza al teatro dentro del teatro, es decir, a la mezcla de ficción y realidad en el mismo plano, el que observa el espectador tranquilo desde su butaca. Unos lo llamaron juego y otros, simplemente, búsqueda existencial. En cierto modo, Pirandello anticipó a los filósofos franceses de la segunda posguerra mundial, esos que volvieron a preguntarse quiénes somos, de dónde venimos... y todas esas cosas. La obra maestra de Pirandello fue «Seis personajes en busca de autor», una función que se estrenó el 10 de mayo de 1921 y el redoble de conciencia conseguido todavía se sigue escuchando, noventa años después de la revolución que lleno de dicha a teatreros del mundo como Miguel de Unamuno o tantos otros. La escena es grande porque también sirve para hablar de uno mismo.

«La función por hacer», la particular versión de Pirandello de la compañía «Kamikaze», llegó el viernes al teatro Palacio Valdés, que está en plenas fiestas de las Jornadas de Agosto. La obra recoge las esencias nonagenarias del escritor italiano para darle un nuevo aire y así quitarle las telarañas clásicas. No son seis personajes en busca de autor, son sólo cuatro; no visten de negro y con bombín, estamos en pleno siglo XXI. Miguel del Arco, el director y coversionista, ha abierto las ventanas para que las criaturas pirandellianas tengan sangre en las venas. Y lo consigue, justamente, hasta la interrupción de la función. Dos actores (extraordinarios Cristóbal Suárez y Miriam Montilla) interpretan una bronca conyugal y los personajes entran en escena. Traen una tragedia; a partir de ahí, venga a decir quiénes somos, de dónde venimos, yo soy más real que tú... Lo que tiene el metateatro es que entusiasma a los teatreros, es como un doble salto mortal. Pirandello lo dio para descolocar a los burgueses usuarios de la escena en los años retros, pero los burgueses ya están curados de espantos.