Nos cuesta percibir los grandes cambios a los que nos vamos acoplando a lo largo de los años; es sólo cuando se nos ocurre comparar los pequeños detalles de nuestra infancia con la de nuestros hijos cuando nos descubrimos contando historias que suenan parecidas a aquellas de nuestros propios abuelos que comenzaban siempre: «Cuando yo era joven», y es que en realidad no somos tan diferentes después de todo. Ni la juventud está perdida ni cualquier tiempo pasado fue mejor.

Como ejemplo sirva el recuerdo de ciertos rituales vacacionales que me vienen hoy a la memoria: cuando uno se iba de vacaciones contraía con sus familiares más cercanos un compromiso ineludible (y no me refiero precisamente a comprarles un recuerdo) que debía cumplir sin dilación a la llegada y en alguna que otra ocasión dependiendo de la duración de la estancia vacacional o de la movilidad de esos días, y es que era necesario buscar una cabina para llamar por teléfono y confirmar que estábamos bien.

Si en este mismo momento preguntara a alguno de ustedes dónde hay una cabina cercana a su casa es muy posible que la mayoría no supiera contestar. No se preocupen, yo tuve que hacer un importante esfuerzo para recordar dónde están las dos más próximas a la mía.

Pues bien, que sepan los más jóvenes que hace unos años (pongamos veinte por decir algo) en cada pueblo había al menos una cabina que en época de veraneo, y si la localidad recibía visitantes, estaba muy solicitada, sobre todo a las horas de menos calor en las que solía ser usual tener que pedir la vez y esperar para poder hablar mientras otros te miraban desde fuera con cara de tener mucha prisa. Era un lugar de relación social como otro cualquiera, incluso llegó a ser motivo de una inquietante película protagonizada por José Luis López Vázquez. Ahora nos inquietan más las realidades que utilizan internet como medio para delinquir.

Pero no seré yo quien considere criticable un medio por el simple de hecho de que pueda hacerse un mal uso de él, al contrario, nos ofrece grandes posibilidades incluso en vacaciones. Así puede ser, por ejemplo, que les llegue hoy este artículo a pesar de que no me encuentre en casa. Internet también puede acercar las imágenes prácticamente en el momento mismo de tomarlas; en fin, que por suerte hemos pasado de la cabina telefónica comunitaria al ordenador personal (propio o del telecentro) que nos hace más plurales o al menos nos posibilita que lo seamos.