Estoy preocupado y creo no es para menos. Supongo que estarán al tanto de que el número de accidentes de tráfico, así como el de heridos y fallecidos por dicho motivo, se ha reducido de forma considerable. También se han reducido las denuncias y las multas por infracciones de tráfico. Evidentemente no es eso lo que me preocupa. Lo que me tiene preocupado es que la DGT se alarme y pregunte por qué hay menos multas ahora que antes. No entiendo la pregunta. La respuesta se me antoja tan sencilla que no puede ser que nadie, en el Ministerio, la sepa. Tanto machacar y machacar, tantas campañas pidiendo prudencia que, al final, han surtido efecto. Poco a poco hemos ido concienciándonos y cometemos menos infracciones que antes. ¿No se trataba de eso? ¿No buscábamos un mejor comportamiento en las carreteras? ¿No intentábamos por todos los medios que la gente no corriera, que no utilizara el móvil, que no bebiera y que siempre llevara el cinturón puesto? Pues ahí lo tienen. Ahí están las cifras de siniestralidad para demostrarlo. Menos accidentes, menos heridos y menos muertos.

Es comprensible que no se fiaran mucho del éxito de las campañas ni de que, siendo como somos, fuéramos a entrar por el aro. Y, si me apuran, también puede comprenderse que Rubalcaba, doctor en ciencias químicas y atleta que en su juventud llegó a correr los 100 metros lisos en 10,9 segundos, no hubiera tenido tiempo de leer a Aristóteles. Pero, contando incluso con eso, debería saber que el primer principio de todos, el que los filósofos llaman de no contradicción, postula que no se puede sostener una cosa y la contraria. Es decir que no puede ser que tengamos menos accidentes de tráfico y que, al mismo tiempo, la gente siga cometiendo las mismas infracciones que cuando teníamos el doble. Así es que parece mentira que el señor Ministro y todos los jerifaltes de la DGT, hayan caído en la trampa de creer lo que dicen los Guardias Municipales, los Guardias Civiles, los Mosos de Escuadra y hasta la Ertzaina; que el descenso en cuanto al numero de denuncias se debe a que están tan deprimidos y tan bajos de moral que cada vez que intentan poner una multa se les cae el bolígrafo al suelo. ¡Cómo si no los conociéramos! Estoy seguro que cualquiera de ustedes podría contar una historia de esas en las que cuando iba tranquilamente por una carretera y creía ver a lo lejos que una familia estaba pasando la tarde detrás de unos matorrales, resulta que la tal familia eran una pareja de guardio y guardia de tráfico que simulaban estar de picnic para que usted se confiara y pisara la raya continua o se lanzara a ciento sesenta por hora.

Engañarán a Rubalcaba, pero a mi no me engañan. Si los guardias ponen, ahora, menos multas que antes es porque los ciudadanos somos más responsables, respetamos las reglas de tráfico y no les damos motivos. Bueno, y también, todo hay que decirlo, porque vamos conociendo sus trucos y descubrimos donde puede estar un radar, o un coche camuflado, aunque los disfracen de lagarterana. De modo que ya está bien de tomarnos el pelo. Ya está bien de hacerse los mártires y los buenos. Vamos hombre, solo nos faltaba que tuviéramos que aceptar que si los guardias no nos multan es porque no quieren.