Hay un ambiente festivo en las aulas, al menos entre mi alumnado, que disfruta del reencuentro con los amigos y con los nuevos juguetes. Son mayores, y eso los hace importantes. Nada puede con su alegría, con su empuje, con su curiosidad. Contagian ímpetu y energía, contagian sonrisas e historias de descubrimientos y veranos divertidos.

Créanme, es un alivio encontrar ese optimismo por las mañanas, enfrentarse como único problema a la necesidad de actividad continua de niños y niñas, al ejercicio investigador de cada pregunta, de cada razonamiento, de cada resolución de situaciones más o menos cotidianas. Es una auténtica gozada descubrir con ellos un mundo nuevo en todo lo ya conocido. Un ejercicio de optimismo tremendamente balsámico.

Porque a pesar de mis buenos deseos de feliz verano, publicados en este mismo diario el mes de junio, deseos de un setiembre de normalidad y trabajo, a pesar de ello, comenzamos el curso cabizbajos, con temor a abrir el periódico o encender la tele. Miedo nos da descubrir los nuevos recortes, entrever las subidas, los reajustes y ver perderse en la lejanía retazos del bienestar social que hasta ahora nos acompañaba.

Nos espera un curso difícil, una vuelta al cole insegura. A pesar de que nos la anuncian a bombo y platillo los grandes almacenes. Iniciamos el otoño estoicos, dispuestos a sortear pacientemente los altibajos, a luchar contra los elementos si hace falta.

Curiosamente, mientras que para algunos esta crisis ha supuesto tener que aplicarse la jocosa filosofía del chiste aquel del «consumismo»: con su mismo coche, son su mismo traje, etc, para otros ha tenido consecuencias insospechadas (al menos para mí) como el aumento de matrícula en la carrera de Derecho en la Universidad de Oviedo, que hace que este curso se considere recomendable limitar el acceso a dicha especialidad universitaria.

No se me había ocurrido que fuese a haber tanta demanda de abogados, aunque bien pensado, tal y como están las cosas no van a faltar conflictos y reclamaciones. Igual es una buena idea inclinarse hacia el derecho, lo malo es que no veo muy claro de dónde van recibir sus honorarios.

En fin, que yo seguiré con mis alumnos de cuatro años, que no sé si llegarán a ser abogados, bomberos o informáticos, pero que de momento me animan las mañanas y me agotan antes de llegar a las tardes. Y que no falte.