Más que clásico genial del instrumento por el que es internacionalmente reconocido, Yo-Yo Ma se ha ganado el fervor del gran público por la familiaridad con que acerca al ciudadano de a pie una música más popular y un tanto alejada del corsé que envuelve lo «clásico y selecto» pero sin perder la grandeza con que es revestida por la interpretación de un virtuoso tan querido como es el maestro Ma. Mendelssohn, Strauss, Brahms, Dvorak, Pachelbel, Vivaldi, Prokofiev o Bach. Pero también música de raíz, tangos apasionados, sonido oriental, bossa y blue-grass sin olvidar el cine, exquisito o de masas. Todo gana valía a través de este chelo de embrujo.

Los innumerables premios Grammy que atesora en su andadura, su consolidación permanente en las listas Billboard, además de reconocimientos y galardones musicales o sociales también los obtuvo Yo-Yo Ma por su acercamiento a la música del mundo y a la gente de sus pueblos. No es nada casual que desde hace unos años ostente el título de «Mensajero de la Paz» de las Naciones Unidas, ratificado recientemente tal vez gracias a sus innumerables visitas a «Barrio Sésamo» y a un universo infantil encantado con su música. ¿Cómo sonarían los clásicos compases de un spaghetti-western como «El bueno, el feo y el malo», mil veces silbado a pie de calle, con su chelo? Puede comprobarse escuchando sus grabaciones con Morricone. Los recorridos por la estepa de la Asia Central de milenarios conquistadores y salvajes caballos ganan luminosidad por las cuerdas de este chelo (en varios discos) por la Ruta de la Seda llegando desde allí hasta el más elegante y agridulce Japón de «Memorias de una geisha» y recalando en la mítica marcial de la China de «Tigre y Dragón».

Los tangos apasionados y raciales de Piazzolla con la magistral e inolvidable versión de «Libertango» y la bossa, cálida y cristalina, del «Obrigado Brazil» que compartió con Paquito De Rivera, Cyro Baptista o Rosa Passos para hacer más inmortal si cabe temas como «Aquarela», «So dancco Samba» o «Chega de saudade». Y a todo este recorrido al «modo clásico» sólo permitido -consentido- a Yo-Yo Ma y a pocos más, se le unen las lecciones de jazz que regala con los grandes del género. Temas de boda con Marsalis, rag-time, y escuela americana de vanguardia hasta llegar al disco, clásico de entre los clásicos, que entregaron al gran público el jazz vocal y juguetón de Bobby McFerrin y este maestro del chelo. Llegando desde el hit, «Don't worry, be happy» de los años ochenta Mc Ferrin y Ma pasan de la raíz americana con «Hush little baby» al «Ave María» de Gounod haciendo escala en el «Vuelo del moscardón» de Korsakov -inimitable desde entonces- y visitando «Hoedown», tema de raíz que abría con homenaje a Jimmi Hendrix. Casi nada.

Yo-Yo Ma se ha paseado por las montañas y salvajes tierras del bourbon atreviéndose con el blue-grass de los Apalaches. Edgar Meyer, el gigante Mark O'Connor, Sam Bush, Mike Marshall, Thile y un Joshua Bell, maestro del violín en todas sus acepciones (clásica y folk), han acompañado a Yo-Yo Má por ese añejo folk americano de profunda raíz.

Uno de sus recientes trabajos «Sons of Joy & Peace» también deja lugar para visitar el sonido céltico con sus Canciones de Invierno e incluso, el folclore de Galicia. «Tobique reel», «Christmas Jig», «Wexford Carol» o «Panxoliña» son testigos del apego del maestro Ma por los sonidos de la tierra, de todas las tierras. Colaborando con la gaitera Cristina Pato, con Natalie Merchant, Marsalis, Mc Ferrin, Alison Krauss, Natalie McMaster, James Taylor, Carlos Santana, Chris Thile, Joshua Redman, Dianna Krall o con cuantos más han dilatado el listado de genios, Yo-Yo Ma ha acercado la visión que del jazz, del folk o de los sonidos de raíz tiene este maestro virtuoso, bien cercano, que mañana llega a Avilés.