Joaquín VALDEÓN

«¿Cuántos son estudiantes de música?, que levanten la mano. ¿Y cuántos de ustedes aman la música? Celebro que los estudiantes de música hayan levantado la mano también...» El sentido del humor fue una constante en la intervención ayer de Yo-Yo Ma en Avilés, a donde llegó invitado por la Fundación del Centro Niemeyer para actuar en el ciclo «Grandes intérpretes». Más que una clase magistral -según rezaba el programa- el acto, que consiguió llenar el Palacio Valdés, fue el encuentro entre dos maestros del violonchelo. Yo-Yo Ma y el astur mexicano Carlos Prieto hablaron distendidamente.

Los dos maravillosos Stradivarius, uno el «Davidov» de Yo-Yo Ma y otro el «Grofiller» de Prieto -de manufactura veneciana-, esperaron pacientes tumbados en el escenario para poder «cantar» a dúo mientras sus propietarios contaban sus experiencias musicales. Ma hizo mención en este punto a Casals cuando dijo que lo que hacen los violonchelistas es «buscar la voz en el instrumento». Prieto explicó que debe a Asturias -su padre es ovetense- su amor a la música, al narrar cómo se formó el primer «Cuarteto Prieto».

Mientras Yo-Yo Ma contaba cómo se encontró con su «Davidov», que perteneció anteriormente a la célebre y malograda violonchelista Jaquelin du Pré: «Su sonido tiene mucha fuerza. Sus cuerdas son como las cuerdas vocales humanas», Prieto ahondaba en la historia de otro de sus violonchellos, «El Piatti», que escuchó el mismísmo Mendelssohn al violonchelista que dió nombre al instrumento y escribió un movimiento para un concierto para violonchelo que finalmente se perdió. Piatti diría que no valía gran cosa...

A la primera pregunta del público sobre si la música está sólo al alcance de las clase acomodadas, Prieto respondió negativamente con el ejemplo de la labor de Abreu al frente de la paradigmática escuela musical venezolana que ha formado a más de tresciento mil músicos.

«¿Qué piensan cuando después de desayunar se enfrentan al instrumento?» Uno de los momentos más brillantes de la ironía de Ma encontró ahí su filón. Mientras Prieto reconoció estudiar cuatro horas al día, Ma aludió a su falta de disciplina y su desdén por todo lo rutinario: «Cuando estudio mis amigos parecen notarlo».

Y es que, más que horas, Yo-YoMa prefiere tener un objetivo cuando estudia. «Así el tiempo pasa más deprisa, me apunto a los que estudian una hora y le sacan partido», dijo. Más en serio, desarrolló la idea de que lo importantes es buscar qué transmite la obra que se está estudiando y cómo el músico puede servir de cauce. También hablaron sobre el proyecto musical que impulsa Ma «La ruta de la seda»: «Miramos al pasado, cómo se producía el contacto entre los pueblos, contando con gente de diversas disciplinas para identificar las distintas culturas del mundo». Otra anécdota jugosa: ensayando ambos maestro en casa de Prieto y ante la pausa de la comida, Ma sugirió dejar a los dos violonchelos juntos a solas con la esperanza de que naciera algún «Stradivaritus». A los nueve meses ambos maestros decidieron encargar la obra que finalmente tocarían, y que hoy se podrá escuchar de nuevo en el recital Bach de Yo-Yo Ma, anunciado para las 8 de la tarde en el Palacio Valdés. Entonces el «Davidof» tomará la palabra.