La compañía Ópera 2001 regresó a Avilés tras la «Madama Butterfly» que levantó en marzo. La veterana compañía que dirige Luis Miguel Lainz ofreció esta vez un programa lírico doble, integrado por «La vida breve» de Falla y «Cavalleria rusticana» de Mascagni. La reunión de ambas óperas en el programa funcionó perfectamente, sobre todo en lo teatral, si bien el reparto se ajustó mejor a la ópera de Mascagni, tanto en el aspecto vocal como en la representación escénica. El último programa operístico del Palacio Valdés recogió sendas historias de celos, traición y muerte que, aún con lenguajes musicales distintos, compartieron leitmotivs como el deshonor de la protagonista en un alrededor sórdido, con influencias veristas.

La protagonista indiscutible de la velada fue la soprano Lianna Haroutounian, que defendió los papeles de Salud y Santuzza con rotundidad. Haroutounian es una soprano dramática, de amplio registro y fuerza vocal, que mostró buenos recursos expresivos y facilidad además para acometer las agilidades necesarias en Falla. Su cuidado en la correcta dicción del castellano fue otro aspecto a destacar en la actuación de la soprano armenia. Su pareja sobre el escenario, Michal Lehotsky, convenció plenamente como Tariddu en «Cavalleria rustiacana», donde mostró un gran chorro de voz en un papel vocal no siempre cómodo. La mezzo Roberta Matelli y el barítono Igor Gavrilov también se impusieron con sus respectivos roles en la ópera de Mascagni. Completaron el reparto Elena Marinova, que fue una resuelta Lola sobre todo en la escena, Tsveta Dermendzhieva, Nikolay Bachev e Israel Fernández.

Hay que destacar la labor del maestro Martin Mázik al frente de la dirección musical. Bajo su batuta, la Sinfónica de Pleven sonó equilibrada en Falla, a través de los diversos climas de una página preciosista, rica en timbres y texturas. No obstante, no se trata de una obra a la que el público le resulte fácil «entrar», por su propio lenguaje sinfónico y el desarrollo teatral, con picos más o menos estáticos. A este respecto, también costó asentar, en el comienzo de la ópera, las distintas partes de la producción, en la que dejó un buen sabor de boca el Ballet español de Murcia, con una presencia importante.

En el caso de «Cavalleria rusticana», la orquesta sonó plena, a buen ritmo. Al igual que en la ópera de Falla, foso y escena sonaron bien concertados, de la mano de Mázik. El Coro de Ópera 2001 brilló en especial en esta ópera de Mascagni, sobre todo las cuerdas femeninas, por su empaste.