Ex presidente de CSI Corporación Siderúrgica

Félix VALLINA

Francisco Prada Gayoso (Vilamartín de Valdeorras, Orense, 1944) fue nombrado presidente de la entonces CSI Corporación Siderúrgica el 25 de julio de 1996 y lideró el proceso de privatización total de la empresa que nació con el nombre de Ensidesa, un cambio llevado a cabo bajo la batuta del ministerio de Industria con Josep Piqué como ministro. Es licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales por la Universidad Complutense de Madrid, licenciado en Derecho por la UNED, profesor mercantil, auditor de cuentas e inspector de finanzas del Estado. Entre otros cargos fue presidente de la Agencia Industrial del Estado y vicepresidente de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). Actualmente trabaja en su despacho de Madrid como economista y abogado, dedicado principalmente a procesos de crisis empresariales.

-Han pasado 13 años desde que usted abandonó el cargo de presidente de Ensidesa, ¿qué visión tiene del estado actual de la empresa?

-Realmente no tengo contacto con la empresa desde hace algunos años, pero estoy seguro de que le afectará transitoriamente la crisis general, si bien al tratarse de una gran empresa con una fuerte implantación internacional las superará sin mayor problema.

-Usted lideró el cambio hacia la privatización total de la empresa, ¿qué supuso ese cambio?

-Fue una apasionante oportunidad recibir, por parte del Gobierno, el encargo de conformar y dirigir el equipo que iba a llevar a cabo el proceso completo de privatizar la industria siderúrgica española, desde la concepción y organización del modelo hasta la selección de los protagonistas y compañeros de viaje. Es cierto que vivimos el cambio, pero hubo que empezar por diseñarlo, como siempre procurando sortear del mejor modo los obstáculos previsibles, y otros que fueron presentándose. Seguramente lo más complejo fue luchar con mentalidades y visiones proteccionistas a ultranza. Todo esto no hubiera sido posible sin la firme decisión del Gobierno. El cambio supuso muchas cosas, pero, por encima de todo, que la siderurgia, como otras empresas o sectores, dejase de ser un motivo de constante preocupación política, particularmente de la política económica, un lastre inasumible sobre el presupuesto empujando siempre hacia el déficit.

-¿El actual régimen de propiedad (en manos de Mittal) es el mejor dada la evolución del sector?

-La propiedad está en el mercado, en manos de quienes han decidido arriesgar su dinero comprando libremente acciones. El control estuvo primero en Arbed, luego en el conjunto resultante de su fusión con Usinor, que, en mi opinión, vino propiciada por el papel de Arbed en la privatización de Aceralia. Ahora mismo en Mittal, mañana ¿quién sabe? Pero no con dinero de los contribuyentes españoles. Sin la menor duda, es no ya el mejor, sino el único régimen concebible. Yo creo que hoy ni siquiera los más recalcitrantes de hace doce o trece años pueden discrepar de ello.

-¿Ha merecido la pena el esfuerzo en términos de inversión pública y amortización de trabajadores para mantener el sector?

-La inversión pública está relacionada con la creación de la industria y su adaptación a las tecnologías de cada momento. También con las rémoras de ser empresa pública, no con la privatización. Ésta sirvió para recuperar una parte sustancial de aquella inversión. Y la amortización de puestos de trabajo en este sector, como en buena parte de la industria, es una consecuencia de los cambios tecnológicos y la necesidad de mantenerse competitivos. Es claro que ha merecido la pena, hoy se mantiene un buen número de puestos de trabajo de calidad y con garantías, generándose riqueza en un entorno competitivo.

-¿Sería concebible la desaparición de la siderurgia en España?

-¿Por qué no? Estamos en un mundo globalizado y puede disponerse de cualquier artículo sin problemas en cualquier parte. Muy probablemente es lo que podría haber sucedido, en estos delicados momentos, si no se hubiese privatizado.

-Cuáles son los retos y las amenazas que vislumbra para el sector del acero?

-El acero es un producto esencial en la vida actual, vivimos inmersos en acero y creo que seguirá siendo así por mucho tiempo. Pero como todas las demás, la industria del acero tiene que profundizar cada día más en la investigación de nuevas características, nuevas aplicaciones, nuevos procesos, e incluso nuevas o más eficientes formas de competir, entre los propios operadores productores de acero, y frente a materiales sustitutivos, como el aluminio o los plásticos.

-Ya no queda casi ningún español en el consejo de administración de la empresa, ¿qué opina?

-No me parece esencial la nacionalidad de los miembros del órgano de administración. Seguramente habrán conformado el mejor equipo a criterio de los accionistas de control.

-¿Debería tener el Estado alguna participación en la empresa?

-Decididamente, no. Ese fue uno de los caballos de batalla en la privatización. En otros casos se mantuvo, al menos inicialmente, y no resultó positivo, como ya preveíamos que iba a suceder al preparar el proceso.

-¿Cuál es el momento más bonito que recuerda como presidente?

-Cuando me comentó el presidente de Arbed que no sólo le parecía positiva la presencia de dos miembros de las principales centrales sindicales en el Consejo de Administración de Aceralia, sino que iba a aplicarlo también en Luxemburgo.

-¿Y el más duro?

-Cuando un conocido representante político asturiano dijo públicamente, con reiteración, que tenía pruebas no sólo de que ya se había cerrado la incorporación de un determinado socio internacional, sino también de que yo sólo me estaba ocupando de negociar las condiciones económicas de mi ya decidida continuidad como presidente. Dureza que sigue hasta hoy, al comprobar que pese a las evidencias, nadie tuvo la dignidad de retractarse y pedir disculpas.

-¿Hacia qué meta enfocó su gestión durante el mandato?

-Claramente hacia la privatización, lo que exigía mantener la ilusión de todos, la eficiencia, los resultados y la imagen.

-¿Qué cambios o mejoras se hicieron con usted como presidente?

-Los cambios esenciales se habían hecho antes. A mí me correspondió inaugurar el nuevo horno alto y algunas otras cosas, fruto del esfuerzo y decisión de quienes me precedieron. Tal vez el cambio más visible fue el del nombre, porque lo de Corporación Siderúrgica Integral, o sus siglas CSI, resultaba totalmente inadecuado.

-Usted estuvo sólo un año en el cargo, ¿fue intenso?

-Sí, muy intenso, pero no tanto por la presidencia de esta empresa en concreto, sino porque lo simultaneé con la de la Agencia Industrial del Estado. Fue una decisión muy meditada, para dejar manos libres a los nuevos accionistas después de la privatización, sin mantener ni siquiera indirectamente la influencia del poder político.

-¿Hasta qué punto influyeron los condicionantes políticos en su etapa?

-Mi función consistió en llevar a cabo, de la forma que entendí más adecuada, un encargo del Gobierno, así que los condicionantes políticos fueron esenciales, estaban en la base de todo. A veces hubo voces discrepantes, no solo desde grupos de la oposición, pero no más allá de lo previsible.

-Trasládese al pasado, ¿hubiera usted concebido que en 13 años la plantilla iba a bajar hasta los 6.000 empleados?

-No me parecía que se fuese a reducirse tan drásticamente, pero ya había un precedente con Altos Hornos de Vizcaya, y es que el proceso tecnológico resulta imparable.

-Antes los ERE no estaban tan a la orden del día.

-En una empresa pública, sin duda, hay una tendencia básica a mantener empleo, aunque a veces con el coste de la absoluta inviabilidad de la empresa.

-¿Qué piensa de las prejubilaciones en el sector?

-Que al abordar reducciones ineludibles de empleo, siempre humanamente lamentables, constituyen un instrumento que puede ayudar a mitigar los efectos.

-¿Si volviese al año 1996 volvería a ser presidente?

-Me siento muy satisfecho de lo que hicimos, fue una experiencia altamente positiva para mí, y con la perspectiva del tiempo sigo convencido de que en cada paso hicimos lo que había que hacer, y de la forma adecuada. En especial, fue oportuno asumir a la vez el cargo de presidente de la CSI, que es como se llamaba entonces la empresa, y de la Agencia Industrial del Estado.

-Aquella CSI, hoy Arcelor-Mittal, cumple 60 años, ¿cumplirá muchos más?

-Claro que sí.