El nuevo centro cultural Valey de Castrillón ya es una realidad. Su apertura se celebró con música, a través de una gala que reivindicó el género lírico español, la zarzuela, como expresión artística y cultural que nos une y representa. La antología «Nos queda la zarzuela» relacionó así los números musicales favoritos de la memoria popular con su momento histórico. Sus protagonistas encarnaron la dualidad de una España dividida, rodeada de frivolidad y de teatro, mucho teatro. Los líos entre bambalinas reunieron a los personajes con un guión ágil, salpicado de momentos divertidos y emotivos, que utilizó como eje dramático al actor Xuacu Carballido, quien encajó su papel como un guante. Los tiempos cambian, pero no para tanto. Los conflictos del pasado y del presente comparten su naturaleza. Ante ellos, el espíritu lúdico y de evasión sigue siendo el mismo. Siempre nos queda la zarzuela.

En medio del tenor y del barítono, o lo que es lo mismo, de Jorge Rodríguez-Norton y de David Menéndez, estuvo Sabina Puértolas, una «soprano ligera» que, en alusión a los personajes de «La Revoltosa», respondía a «Mari Pepa de mi vida». Puértolas puede navegar entre varias aguas sin hundirse, también en el terreno lírico, si recordamos su Poppea de Monteverdi, en la temporada de Ópera de Oviedo. De vuelta a la zarzuela, la soprano navarra estuvo cómoda y perfeccionista en lo vocal, además de ser una gran actriz sobre el escenario. Como en los cuplés babilónicos de «La Corte del Faraón», o la canción «En un país de fábula», de «La tabernera del puerto», especialmente emotiva.

Menéndez fue el «Felipe de mi alma», un chulapo «sin abuela» pleno en lo vocal. El barítono castrillonense está en su mejor momento, con un genial trabajo dramático añadido. Menéndez, partidario de los del «paraíso» del teatro, destacó en números como el vals de «El caballero de Gracia», de «La Gran Vía»; el dúo «¿Por qué de mis ojos?» de «La revoltosa», con una cuidada puesta en escena; la canción «Junto al puente de la Peña»; y en «Los vareadores» de «Luisa Fernanda». Por su parte, Jorge Rodríguez-Norton era el «Suspiros de mi garganta» para la soprano. Partidario de la jota antes que del minuet, el tenor mantuvo también un buen nivel tanto en lo vocal como dramático. No hay que perder la vista a este cantante avilesino, tras escuchar su jota de «La Bruja» -con un paso vocal muy controlado-; el dúo «¿Dónde vas con mantón de Manila?» de «La Verbena de la paloma»; o el «Coro de repatriados» de «Gigantes y cabezudos».

La Sinfónica del Principado hizo un paréntesis en el «Tristán» de la Ópera de Oviedo para inaugurar el centro de Castrillón, dirigida en esta empresa por Álvaro Albiach, muy apreciado ya por el público asturiano en el terreno lírico. Albiach escogió tiempos tranquilos, que expusieron toda la riqueza rítmica y tímbrica del género, en una OSPA con una plantilla adecuada y muy comprometida con el estilo de las obras. Junto a las voces protagonistas, la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo fue un personaje más, anticaciquista y republicano. El coro destacó sobre todo en la «Katiuska», «Los vareadores» de «Luisa Fernanda» y el «Coro de repatriados». Tras la orquesta, en el fondo del escenario, la formación perdió en sonido. Este es el único pero, porque por lo demás, la acústica de la nueva sala pareció equilibrada y diáfana.