Estaba yo en Madrid, en una terraza de la Gran Vía, y al ver la boina que se me venía encima llamé a un amigo para pedirle un favor. Oye dame el teléfono de Leyre Pajín que aquí todo dios fuma en la calle y esto parece ese Asador de Marbella que promueve el alzamiento nacional. No hay quien pare. Antes incluso de que encendiera el primer cigarro había una nube de humo que no se veía a dos pasos. Jódete, quien te manda venir a Madrid. Si vivieras como yo, en un chalé de la sierra, no pasarías esos agobios. Ya lo había pensado pero soy urbanita de izquierdas. Me gustan las ciudades. Aunque, no sé, la cosa se está poniendo tan fea que me estoy planteando emigrar con mi bagaje de ideas y hacerme, como mi abuelo, ácrata de la vida. Prescindir de la ley establecida, del consejo de los médicos y de lo que mande la santa madre Iglesia. Tirarme al monte y vivir como me salga del intestino. Quiero decir como si todo fuera una caca y nada, excepto lo que produce un placer inmediato, mereciera la pena. Ya no es el tabaco, es que me siento acosado. Y no veas lo que supone vivir con la sensación de que, a todas horas y en todos lados, te privan de tus placeres. Es como si hubieras palmado y estuvieras en el infierno. Sé, porque lo dijo el Papa, que el infierno no es un lugar físico, sino un estado de ánimo. Pero a eso me refiero. A que voy, como alma en pena, sorteando prohibiciones, y lo poco que me quedaba, que era escribir estos artículos con la libertad que venía haciéndolo, ni eso me dejan. Acabo de enterarme que la autoridad competente ha dado instrucciones precisas para que, en adelante, no se le ocurra a nadie mentar aquella frase que la sultana Aixa, su madre, le dijo a Boabdil el Chico, cuando lo de Granada. Aquello de: «No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre».

La sultana, en su ignorancia, no era consciente de que degradaba la condición femenina. No es broma. Es tan cierto como que la Junta de Andalucía, a través de sus conserjerías de Medio Ambiente, Presidencia, Igualdad y Hacienda, ha publicado una guía, de 71 páginas, con la que pretende potenciar el lenguaje periodístico desde una perspectiva de género. Y, para tan loable propósito, ha incluido la citada frase como ejemplo de lo que, de ahora en adelante, no deberíamos mencionar nunca en ningún artículo.

Así es que estoy con la moral por los suelos. Llevo un mes que no levanto cabeza. Primero fue la sorpresa de que el Rey otorgara el título de marqués a un escritor, un catedrático, un empresario y un entrenador de fútbol, y ahora esto. Pensaba que nombrar marqueses, cuando las desigualdades sociales son cada vez mayores, era anacrónico e inoportuno. Confundía, acabo de darme cuenta, lo real con lo lógico. Y de esa confusión viene que no entienda lo de la Junta de Andalucía, ni lo de los marqueses ni que nos obliguen a fumar en la calle, donde la contaminación es mayor que la que había en los bares. No entiendo nada. Aunque quizá todo obedezca a lo que les decía al principio, a que cuando el diablo no tiene que hacer?