Tantas noches en vela, tantos dolores de cabeza, tantas plegarias buscando una solución y por fin ha ocurrido lo que anhelaba, el milagro que no esperaba pudiera llegar: una medida que viene desde el gobierno para que yo ahorre.

Me he rendido ante la factura de la luz, ante el precio del transporte público, ante las subida de todo lo que me rodea y es susceptible de ser cobrado y la merma de los ingresos. Más que rendirme quizás debería decir que me he resignado a sentir que me roban y aceptar que, al ser mal de muchos, muchísimos otros, si no me consuela, al menos me deja desarmada y por consiguiente sin capacidad de defensa.

Y sin embargo ahora resulta que ahorrar combustible es tan fácil como bajar en 10 kilómetros el límite de velocidad en autopistas y autovías. Si era tan sencillo no entiendo cómo no se nos había ocurrido antes. No hay ninguna necesidad de que nos lo prohíban, si acaso que nos den una tarjeta con el equivalente de ahorro en combustible cada vez que levantamos el pie del acelerador y por cada kilómetro de velocidad que reducimos, así podríamos calcular tranquilamente lo que queremos gastar y adecuar a nuestra economía el uso responsable del coche. Que no llego a fin de mes, pues madrugo un poco más y no paso de 100 por la autopista.

Estoy esperando con verdadera ansiedad que en los próximos días nos propongan una medida tan sencilla para ahorrar con el gas y la electricidad, porque tengo que confesar que por mucho que me empeño en poner bombillas de bajo consumo en todas las lámparas de mi casa no noto que se rebaje nada la factura.

Al hilo de esto me asalta una terrible duda, ¿los 10 kilómetros serán como las bombillas de bajo consumo, que seguro que funcionan y se ahorra muchísima energía pero que para mí es más cuestión de fe que de otra cosa porque no he notado que pagase menos.

En cualquier caso, recomiendo a todos ustedes que, como yo, tengan fe en las medidas de ahorro energético que nos proponen y levanten el pie del acelerador a partir del próximo 7 de marzo. Su bolsillo se lo agradecerá, seguro, si no ya por el ahorro de combustible sí al menos por evitar la multa debida al exceso de velocidad.

Y ante este caos que nos rodea, que Dios reparta suerte.