Ignacio PULIDO

El Avilés blanco del Niemeyer contrasta con el Avilés de los malos humos y de la polución. Los datos registrados el año pasado por las estaciones encargadas de medir los niveles de contaminación en el concejo preocupan. El aumento de la presencia de benceno y de dióxido de nitrógeno en el aire, especialmente en algunas zonas, ha alarmado a los ecologistas. Los vecinos son conscientes de las repercusiones que estos compuestos químicos pueden tener para su salud y exigen que el Ayuntamiento tome cartas en el asunto. Llaranes, Llano Ponte y los alrededores del matadero son los puntos negros del municipio en lo que a calidad del aire se refiere.

Fructuoso Pontigo, portavoz del Colectivo Ecologista, señala que «durante el último año la presencia de partículas PM10 (de diez micras) ha sido menor como consecuencia del descenso en la producción industrial y en el tráfico». Como contrapunto, Pontigo advierte de que «los niveles de benceno y de dióxido de nitrógeno han aumentado». «El comportamiento ha sido diferente dependiendo de las zonas. Los peores valores se dan en la zona del matadero y en Llano Ponte, donde el principal problema es el dióxido de nitrógeno, cuyos niveles se incrementaron en un 180 por ciento. El nivel de benceno aumentó en un 39 por ciento», precisa.

«Estamos hartos de la contaminación», enfatiza Antonio Cabrera, presidente de la asociación vecinal de Jardín de Cantos y miembro de la plataforma contra las emisiones de la planta de fertilizantes Chemastur, afincada en San Juan de Nieva. El líder vecinal afirma que, dependiendo de la dirección en que sople el viento, el aire se puede volver irrespirable en el entorno de Las Arobias. «Tenemos constancia de que, cuando huele mal como consecuencia de las emisiones industriales, los episodios de problemas respiratorios se multiplican. Incluso los surfistas de la playa de San Juan experimentan dificultades a la hora de respirar», recalca.

En Llano Ponte la situación es similar. «El ayuntamiento debe de intermediar con las empresas para que instalen filtros y reduzcan su nivel de emisiones nocivas», sostiene Antonio Carretero, presidente vecinal de la zona centro, el cual comenta que «la mayoría de las industrias pesadas pagan sus impuestos en concejos limítrofes pero contaminan en Avilés». «No estoy en contra de la actividad industrial porque genera puestos de trabajo pero se deberían de tomar medidas», matiza. El tráfico, otro de los problemas endémicos de la calle avilesina junto a las emisiones de las baterías de coque, parece haber mejorado. «Desde que se implantó la zona azul la situación es mucho mejor», comenta Carretero.

Por su parte, Gabriel Alzola, líder vecinal de Llaranes, cree que «las cosas se están sacando de quicio». «No cabe duda de que hay contaminación pero no se trata de un problema tan exagerado. El aire está diez veces mejor que hace cincuenta años», sostiene. De todos modos, Alzola se muestra preocupado ante el aumento de los niveles de benceno. «Este hidrocarburo se acumula en el cuerpo, que es incapaz de eliminarlo», advierte. Por el momento, el colectivo vecinal no ha recibido ninguna queja de sus socios referente a la calidad del aire en el poblado. «Si así fuese ya habríamos actuado», subraya el presidente.

La contaminación registrada en Avilés es, según los ecologistas, el caldo de cultivo idóneo para que se multipliquen los casos de enfermedades respiratorias, tumorales o problemas de crecimiento. «Se trata de un problema enquistado. Si se conociese la cifra de fallecimientos vinculados a la contaminación habría una mayor sensibilización», sostiene Pontigo. Mientras, Cabrera insta a la administración local para que defienda la salud de los ciudadanos. «El Ayuntamiento tiene que denunciar esta situación. Cada vez huele más a benceno. Basta con ser un profano en la materia para saber que es cancerígeno a dosis muy reducidas», lamenta.

Desde hace aproximadamente un año, la plataforma contra las emisiones de Chemastur lucha para que la planta de fertilizantes reduzca sus emisiones. «Estamos peleando para que la empresa acabe con sus desmanes. Los sindicatos y los grupos políticos deberían de unirse a nuestras reivindicaciones para reducir la contaminación en el concejo. No vamos a tirar la toalla, de ello depende nuestra salud», concluye Cabrera.