No cabe duda de que la inauguración y la próxima apertura del Centro Cultural Oscar Niemeyer da nuevas ilusiones a la villa de Avilés, tan castigada en los últimos 60 años por los efectos de una fuerte industrialización primero, de la reconversión industrial después y ahora por la actual crisis económica.

En la segunda mitad del siglo XX Avilés era conocida en todo el mundo por ser un gran foco industrial: acero, aluminio, cinc, vidrio, fertilizantes? Pero, desgraciadamente, toda esta frenética actividad industrial convirtió a Avilés en una ciudad oscura, maloliente y contaminada. Pero sus gentes mantuvieron la tradición de pasión por la cultura, de amor al mar y la naturaleza, afición por el deporte? y un característico dinamismo vital. Así es que Avilés siempre fue un foco cultural importante, que ahora encuentra un nuevo impulso en esta estupenda obra de arquitectura y en la actividad que se prevé realizar a su amparo. Las aficiones por el deporte y la naturaleza se dejan ver en el enorme entramado de asociaciones, formadas por personas apasionadas por casi cualquier disciplina.

Durante muchos años, los efectos de la contaminación hicieron que la ciudad viviera de espaldas a la ría, una ría sucia, grasosa, irreconocible para muchos. Toda esa contaminación la estamos pagando además en salud. Ahora se está «dando la vuelta a la tortilla»: se ultima la ejecución del plan de saneamiento para recuperar las aguas, se va reduciendo la contaminación, crece el puerto deportivo y vuelven las actividades deportivas (vela, traineras, piragüismo?). Vamos bien, pero aún falta mucho camino, porque aún son demasiado frecuentes los vertidos en la ría, las tasas elevadas de benceno, los problemas con empresas que no cumplen las normativas? Por otro lado, la ciudad busca nuevos alicientes, nuevos atractivos, sin olvidarse de la industria, volviendo a mirar a la ría, pero de otra forma.

A la par que sucede todo esto, el gran estuario avilesino ha ido perdiendo su propia esencia. Según el trabajo publicado en 2008 por los geólogos Julio López y Germán Flor, de los 14,6 km2 que ocupaba todo el complejo estuario avilesino, solo quedaban en 2006 1,6 km2 por rellenar. Durante muchos años la propia legislación española promocionaba la desecación de marismas y en Avilés el proceso destructor fue implacable, muchas veces claramente acompañado de intereses especulativos. Pero ese afán desecador está ahora mismo fuera de lugar, hasta el punto de que la legislación europea y nacional hace ver que eso fue un error y que sus consecuencias negativas son incalculables.

España es uno de los países firmante del Convenio RAMSAR para la protección, recuperación y gestión equilibrada de los humedales. Conviene recordar que este acuerdo está suscrito en estos momentos por 170 países y que fue firmado en 1971, hace ahora 40 años, tras varios años de negociaciones y discusiones nacidas por una preocupación: el 50% de la superficie de humedales en todo el mundo había desaparecido en el anterior siglo, provocando graves problemas medioambientales. En 1988 nació la ley de Costas del Estado, con una clara vocación de acabar con los abusos en el litoral español. Con la sola lectura de su preámbulo se entiende perfectamente la justificación de estas leyes proteccionistas.

Sin embargo, en Avilés todavía hay quienes siguen con el paso cambiado, con ideas anticuadas, y defienden que sería lo más normal que la ría entera se convirtiera en un canal navegable. Todavía hay quien busca subterfugios para saltarse la ley de Costas y todas las directivas europeas y para seguir destruyendo lo poco que nos queda.

Mucha gente se olvida de unos de los tesoros de nuestra ría; se trata de un tesoro al que durante siglos no se le dio especial aprecio, pero que formaba parte de la idiosincrasia de la ciudad: su propia vida, la vida de sus aguas y de sus fangos, donde la gente encontraba alimento y lugar de disfrute.

Hoy en día cobra cada vez más valor el agua limpia, la vida que atesora, la biodiversidad, la belleza de las criaturas que habitan en los humedales. Y así es que también crece, en esta sociedad de ocio, el turismo de naturaleza: el turismo ornitológico, de paisajes, de ejercicio al aire libre? Sin embargo, la ampliación de la actividad portuaria a la margen derecha va a seguir hormigonando nuestra ría, nuestro tesoro.

Es el momento de que los avilesinos digan ¡basta ya! Va siendo hora de que los planes para esta ciudad y para nuestra ría incluyan también la recuperación de los espacios naturales, la rehabilitación de la ría como espacio natural. No podemos seguir permitiendo que nuestro afán de encontrar nuevas alternativas vaya siempre en una dirección que conlleve la destrucción de la propia naturaleza de la ría. El crecimiento de nuestra sociedad debe ser compatible con la preservación de lo poco que nos queda y con la recuperación de lo que aún sea recuperable.

En la búsqueda de nuevas actividades en nuestra ría ya tenemos: el centro Niemeyer, el puerto deportivo, el puerto pesquero, zona de carga y descarga para la siderúrgica y para otro tipo de empresas, incluso el turismo de cruceros, ¿y no hay sitio para la naturaleza? La respuesta es clara: tiene que haber sitio para todo, y no es suficiente con lo que hay, es necesario recuperar espacios naturales, ponerlos en valor y saber utilizarlos también como fuente de prestigio para la ciudad, y como fuente de actividad científica, educativa y económica.

Para acabar, una idea, en positivo, una propuesta de progreso que complementa la diversificación de actividades de la ría: recuperar las marismas de Maqua con un proyecto ambicioso, que incluya un centro de interpretación de la ría, que hable de la riqueza ornitológica de la zona y de la importancia internacional del humedal y que cuente la evolución del puerto, de la ría y de la ciudad. La idea puede dar para mucho más; el que tenga interés puede escucharla al completo.

Con esa propuesta la ensenada de Llodero tendría definitivamente la consideración de humedal de importancia internacional RAMSAR. Entonces sí que se produciría un cambio radical: la ciudad famosa por la contaminación pasaría a ser centro de atracción de turismo ornitológico y de naturaleza; la ciudad destructora de la ría consigue estar en la lista de lugares RAMSAR (hay 73 ahora mismo en España). Y, además, perfectamente compatible e incluso complementario con la actividad cultural.

Una nota para la reflexión: desde el 19 de febrero tenemos en Avilés un ejemplar de una especie rarísima en España. Un solo pájaro ha servido para que se movilizaran decenas de ornitólogos de todo el país; los vecinos de Versalles han sido testigos de una «movida» inusitada, con telescopios y equipos fotográficos impresionantes. No es difícil darse cuenta de lo que supondría un humedal reconocido como de interés internacional.