El Espartal es el sistema de dunas más grande de Asturias y uno de los espacios naturales más importantes de su costa. En consecuencia, en la comarca avilesina debería considerarse como una auténtica joya natural que debiera ser objeto de esmerado cuidado y protección. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Las administraciones que deberían velar por ello permitieron en las últimas décadas la progresiva degradación de este espacio y su enajenación a beneficio de los intereses lucrativos de una minoría. Podría ser entendible en pasados siglos cuando la sensibilidad ambiental ciudadana no estaba desarrollada y primaba un desarrollo económico mal entendido, pero avanzado el presente siglo resulta ya inadmisible, sobre todo considerando la vasta normativa urbanística y ambiental que disponemos.

A estas alturas no se entiende que la constructora Aldergarten edifique hoy un bloque de viviendas en pleno suelo dunar y que en el Ayuntamiento de Castrillón se tramite un nuevo proyecto para edificar otros siete bloques que alterarían irreversiblemente un valioso espacio dunar declarado como Monumento Natural. No sería posible sin la pasividad de muchos años de un Ayuntamiento, un Principado de Asturias y una Demarcación de Costas que hicieron poca cosa o nada para impedir la instalación por AZSA de dos balsas de residuos tóxicos de jarosita en las dunas, o que nunca pusieron el empeño necesario para defender pública, política y jurídicamente al Espartal. Hoy tendría que ser un dominio público de todos los asturianos, el cual debería incluir hasta el río Raíces, como así lo entendemos la mayoría de las organizaciones ambientales asturianas.

Algún tímido avance se ha hecho como la restauración dunar por la Demarcación de Costas, al día de hoy sin mantenimiento, la restauración de la ribera del río Raíces por la Confederación Hidrográfica o el intento, frustrado por el PSOE regional, de incluir a El Espartal dentro del Catálogo Urbanístico municipal de suelos protegidos. Pasos más decididos y que demandamos deberían conducir, entre otras cosas, a la revisión del deslinde del dominio público marítimo-terrestre. Se debería promover un Plan Especial que garantice la protección y la catalogación del suelo como de especial protección. Sigue pendiente el gravísimo problema de la erosión del oleaje que además de afectar seriamente a las dunas compromete a Salinas y a su paseo, creemos que una mejor gestión de los dragados aliviaría el problema.

La mejor inversión que podemos hacer en el espacio es legárselo a las generaciones venideras y tener el orgullo de ser los promotores que han sabido al fin establecer las necesarias medidas de conservación que pongan punto final a décadas de fracasos y despropósitos.