El símil terrestre de lo que supone para los biólogos el Cañón de Avilés podría ser, según el director del Centro Oceanográfico de Gijón, Javier Cristobo, y salvando las diferencias de tamaño, la cuenca del Amazonas. «Veámoslo del siguiente modo: la diversidad biológica que se puede hallar en una playa en la bajamar es mínima, apenas media docena de especies; lo mismo podríamos decir de un páramo. Sin embargo en un entorno selvático como el Amazonas las diferentes expresiones de vida se multiplican; lo mismo ocurre si consideramos un pedrero en lugar de una playa, y no digamos si descendemos a las profundidades de un cañón como el de Avilés», explica el científico.

Además de rico en vida, el Cañón de Avilés está muy cerca de la costa, una característica que lo convierte en excepcional pues lo habitual es que este tipo de simas submarinas disten muchas millas de la tierra. La cabecera del cañón se localiza a sólo 7 millas, profundamente encajado en la gran falla de Ventaniella que cruza toda la Cordillera Cantábrica en dirección SE-NW.

Esta sima gigantesca constituye, a juicio de los expertos, uno de los ecosistemas más extraordinarios de la plataforma del mar Cantábrico y tiene importantes consecuencias, debido a sus efectos topográficos, sobre la dinámica de las masas de agua y el enriquecimiento de la misma con nutrientes.