El coro «Vocalia Taldea» puso el broche de oro a la XXXIV Semana de Música Religiosa de Avilés con un magnífico concierto coral, en el que el coro femenino vasco defendió, con una gran calidad vocal e interpretativa, todas las posibilidades musicales y expresivas del repertorio religioso contemporáneo. El programa escogido, con algunas variaciones respecto al original impreso, abarcó obras de gran dificultad, sólo accesibles para un grupo muy estable de voces escogidas. Así se logran niveles de exigencia como los del «Vocalia Taldea», en cuanto a empaste y ejecución, con una línea siempre innovadora, según el criterio de Basilio Astúlez, su director -y cotratenor--, cuya escuela ya es conocida en Asturias y en Avilés, como por ejemplo, a través del coro Kantika Korala, otra de «sus formaciones».

Las veinticinco voces del «Vocalia Taldea» abrieron su concierto con «Media Vita» del irlandés McGlynn (1964), una obra en estilo responsorial, en la que el coro puso en situación al público, con una marcha procesional mientras entonaba, con adecuado estilo, las melodías basadas en el canto gregoriano. A través de la obra «Duo Seraphim», el compositor del Renacimiento español, Tomás Luis de Victoria, reivindicó su modernidad en el programa en el centenario de su muerte, a través de la armonía y el tratamiento de las voces, con gran refinamiento en las vascas.

De vuelta a la actualidad, destacó el siguiente «De Profundis clamavi», del polaco Pjort Janczak (1972), originalmente para coro masculino, con un perfecto balance de los ritmos y las armonías, en una obra muy rica. Así como «Oremus», concebido por el filipino John August Pamintuan (1972) para el propio «Vocalia Taldea», o el estremecedor «Crucifixus» del mismo compositor, obras de efecto descriptivo y estremecedor, interpretadas con gran fuerza por el coro.

Otras obras impactantes en el programa fueron el «Ave María» del canadiense David McIntyre (1952), en una curva «in crescendo» en altura e intensidad, el «Lauda Sion» del húngaro György Orbán (1947), o el «Salve Regina» del más conocido Javier Busto (1949), donde las voces femeninas del «Vocalia Taldea» se abrieron de forma brillante desde sutiles dinámicas sonoras perfectamente logradas, al igual que en el «Salve Regina» de Miklos Kocsár (1933).