Hace ocho años, cuando defendí mi tesis doctoral, me planteé que el siguiente trabajo de investigación que llevaría a cabo sería un estudio sobre los vínculos que existen entre la música pop y rock y la literatura. Para ello dediqué un tiempo a recopilar libros y artículos, a leer y trazar un índice de contenidos y a escribir apenas veinte páginas de un proyecto editorial que finalmente quedó abandonado en un cajón y al que sustituyeron otras iniciativas literarias.

Hace apenas dos semanas, cuando supe que Leonard Cohen había recibido el premio «Príncipe de Asturias» de las Letras, recuperé aquellos apuntes donde recogía, entre otras cosas, referencias a la obra del artista canadiense y de otros músicos poetas como Bob Dylan, Patti Smith, Jim Morrison o Nick Cave.

Bod Dylan obtuvo el premio «Príncipe» de las Artes y ahora su amigo Cohen recibe el de las Letras. Me pregunto dónde estriba esa diferencia, si Cohen es más poeta o menos músico que Dylan. Lo cierto es que cuando Cohen publicó su primer álbum a los 32 años ya llevaba una década dedicada a la poesía y se había hecho un hueco en la esfera literaria canadiense. A los 21 años, con «Let Us Compare Mythologies» (1956), Cohen ya presentaba los temas recurrentes de su lírica: el amor, los motivos religiosos, la creatividad, el poder. En 1961 publica «Spice-Box of Earth» con textos un tanto oscuros pero que le sirvieron para consagrarse como poeta del amor. Para las mujeres de su vida, Cohen ha escrito poemas que luego se convertirían en algunas de sus canciones más célebres, como «So long, Marianne», despedida dedicada a la novelista sueca Marianne Jensen, o Suzanne, escrito para la fotógrafa Suzanne Elrod, con la que tuvo dos hijos.

Leonard Cohen quiso romper esa imagen de poeta romántico que se había creado con «Flowers for Hitler» (1964), escrito después de su traslado a la isla griega de Hydra y que a pesar de ese intento de ruptura aún conserva su lirismo romántico en algunos versos: «Amarte/es vivir/mi diario ideal/que he prometido/a mi cuerpo/no escribir nunca». Aprovechando su éxito musical, Cohen publica en 1966 «Parasites of heaven», y en el 72 regresa con otro intento contracultural, «The energy of slaves»: «Dónde están los poemas/que me alejaron/de todo lo que amaba/para llegar hasta aquí/desnudo con la idea de encontrarte», dice en uno de sus textos. A este libro siguieron «Death of a lady's man, donde combina sus versos más líricos con la prosa poética tratando de mostrar la ambigüedad y la contradicción del ser humano: «Lentamente me casé con ella./ Lentamente me arrodillé/ Y ahora estamos heridos/tan profundamente y tan bien/que nadie puede hacernos daño/excepto la propia muerte», y «Book of mercy» (1984), una serie de reflexiones y oraciones fruto de su experiencia como monje budista. Su último libro de poemas, «Book of longing» (2006) es un libro misceláneo, casi una retrospectiva de su carrera. A esto hay que añadir, además, dos libros de narrativa.

No cabe duda de que sus letras conforman cuidados poemas, porque Leonard Cohen es un poeta meticuloso, cuyos textos hablan de las pasiones del ser humano. Cohen, como Dylan, son poetas que han utilizado la música para llevar su poesía a las masas. Para quienes no hayan leído sus textos, ahora tendrán una oportunidad de encontrarse de nuevo con ellos en las librerías.