Escribió Maureen Dowd -ganadora en 1999 del «Pulitzer» de opinión y columnista del «New York Times»- en su artículo «Las mentiras como deseos» (*) de cómo los políticos se meten en problemas cuando el deseo veta la memoria. Quizás se quedó corta mi admirada columnista y debería haber hecho extensiva tal afirmación a todo tipo de especímenes políticos, expresión que acuño para referirme a aquellos pequeños cobardes de mentes e ilusiones limitadas que se dedican a hacer política desde el interés y la opinión, pero sin asumir ninguno de los riesgos que implica el hacer política de verdad.

Que nadie ponga en duda mi absoluto respeto a la opinión, uno de los pilares de la libertad; pero que tampoco nadie ponga en duda mi desprecio a la manipulación, una de las formas deliberadas e inteligentes de despreciar la libertad de los demás, intentando que los demás crean lo que se quiera que crean. En la opinión se construyen mentes haciendo pensar y reflexionar a los demás; en la manipulación se violan mentes distorsionando la verdad.

Para mí, existen dos formas de manipular: una es la mentira deliberada y descabellada que a fuerza de repetirse se hace verdad, y la otra es mezclar de forma tramposa información y opinión, provocando que el lector no sepa ni pueda distinguir dónde empieza una y dónde acaba la otra.

Viene todo esto al caso, pues ya han sido tantas las mentiras y estupideces que uno ha leído que cree que, cuando menos, debe describir y contar los hechos reales, vividos de forma directa, sin especulaciones.

La Fundación Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer-Principado de Asturias fue constituida el 29 de diciembre de 2006 por el Principado de Asturias, el Ayuntamiento de Avilés y el Puerto de Avilés. El artículo 5 de sus estatutos -incorporados a una escritura pública- relata sus fines, y su primer párrafo dispone como el primero de éstos:

La promoción, difusión y gestión del Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer-Principado de Asturias (incluidos los acrónimos o marcas comerciales que el patronato estime oportunos), con la finalidad de convertir a este centro en uno de los principales motores dinamizadores de la vida cultural, social y económica del Principado de Asturias. Este centro cultural tiene por misión desarrollar la economía, generar empleo e impulsar un cambio profundo en las bases de la sociedad asturiana, al convertirse en un elemento básico de la ordenación del territorio del eje central de la región.

¿Ha leído gestión del centro? ¿En 2006? No puede ser, eso ha sido una ocurrencia de última hora de algún político. Igual resulta después de todo que esto estaba planificado desde el principio, que por una vez no se ha improvisado, que se ha trabajado con objetivos, con estrategia, con planificación.

Desde esa fecha hasta diciembre de 2010, la Fundación, con un presupuesto anual inferior a lo que gasta un Ayuntamiento pequeño para festejos, ha hecho lo que cada uno juzgará por sí mismo. Pero nadie me podrá negar que el Centro Niemeyer existía antes de existir el Centro Niemeyer: obra del edificio e impacto público se desarrollaron a la vez. Obviamente, eso también es una casualidad.

Las obras de los edificios se concluyeron en dos fases: el edificio de uso múltiple y la cúpula, en diciembre de 2010, y el auditorio y la torre, en marzo de 2011. Para esto de saber cuándo se acaba una obra la legislación se ha inventado una cosa que se llama certificado final de obra, es un escrito en el que los arquitectos dicen que su encargo está terminado.

¿Y que hacemos con los edificios? Bueno, estos chicos de la Fundación Niemeyer parece que saben de qué va esto, la Fundación se constituyó para esto en 2006, parece lógico que lo gestionen ellos. ¿Y cómo hacemos esto? Pues, mire, lector, para ello existen tres posibilidades: una, no darles ningún titulo legal; dos, alquilárselo, y tres, utilizar el procedimiento -contenido en la ley de Patrimonio para estos casos- que se llama cesión de uso (de uso, no de propiedad: la propiedad sigue siendo pública). Vamos a ver qué es lo mejor.

Si la Administración no da ningún título legal a la Fundación, ésta no puede dar títulos legales a nadie: no podría contratar servicios, ni poner en gestión la cafetería o la tienda; tampoco podría planificar a largo plazo, pues al no tener una seguridad se puede dar que contrate una obra de teatro para un año después y que al llegar la fecha la Administración haya cambiado de opinión y le haya quitado el edificio. Esta es la situación actual: la de precariedad.

Opción dos: un alquiler. El problema es que un alquiler no se puede condicionar demasiado, la Fundación podría tener la tentación con el paso del tiempo de hacer un supermercado, o un centro comercial. No parece una solución perfecta.

La cesión de uso, sin embargo, consiste en que la Administración deja usar algo de su propiedad a una persona privada de interés social condicionado a esa finalidad social, es decir, si no se hacen las cosas bien, se lo puede quitar, pero si hace las cosas bien, no se lo puede quitar. Y ese hacer o no las cosas bien lo decide la Administración, pero es una decisión revisable ante los tribunales. Después de muchas vueltas, esa fue la fórmula elegida, y así se pactó entre la Fundación y el Principado, que no son la misma cosa, son dos personas distintas. Ese pacto se firmó el 15 de diciembre de 2010, fecha en la que, previa autorización del Consejo de Gobierno del Principado de Asturias, el Principado de Asturias y la Fundación firmaron un convenio cuyos objetivos eran procurar la cesión de uso en el plazo más breve posible del edificio a la Fundación y realizar la entrega provisional de éste a fin de que la Fundación procediese a cuantos actos sean precisos a fin de preparar el citado centro y sus instalaciones a los usos previstos y derivados de su fisonomía.

El citado convenio dispone, asimismo, que el Centro Niemeyer es un inmueble concebido y construido por la Administración del Principado de Asturias a fin de albergar en él las actividades de la propia Fundación.

Ahora bien, la autorización que concibe tal convenio es descrita de la siguiente forma:

«?, la Fundación queda autorizada bajo su exclusiva responsabilidad? a proceder a cuantos actos sean precisos a fin de preparar el citado Centro y sus instalaciones a los usos previstos y derivados de su fisonomía, y en concreto a la contratación de los servicios necesarios para la puesta en marcha de todas las actividades del Centro. No obstante, tales contratos deberán, asimismo, ser condicionados por la Fundación a ser titular en uso de la misma».

Tal convenio establece lo descrito a la par que establece la obligación por parte de la Administración del Principado de Asturias de tramitar la cesión en el plazo más breve posible.

Fíjense, resulta que la cosa estaba ya planificada, no es una improvisación, no es algo de última hora, es algo que se sabía y que fue público. Decir que se quiere colar a última hora es mentir, decir que es una decisión política trascendental es mentira. Es la culminación de una decisión política que se adoptó en 2006 y no por personas físicas o por partidos políticos, sino por instituciones como el Principado de Asturias, el Puerto de Avilés y el Ayuntamiento de Avilés. En derecho las instituciones están por encima y se obligan sin perjuicio de quién sea quien manda en ellas.

Todavía quedaba un problema por resolver, ¿sabían ustedes que los políticos tienden a querer controlarlo todo?, ¿no lo sabían? Los ejemplos son innumerables, el Consejo del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, las escuelas, las universidades?, vamos, lo que se les ponga por delante, con eso de que son los representantes de la soberanía popular no tienen límites. Menuda tarea convencerlos de lo contrario, y es que el problema es que la cultura controlada se pervierte, ya no sirve a la excelencia, sirve a los intereses del político de turno.

Otro problema es que con la actual crisis económica la Administración tampoco está en disposición de poner grandes cantidades de dinero para la cultura, algo siempre tendrá que apoyarla, pero, hoy por hoy, todos o la mayoría de los recursos se tienen que destinar a crear empleo, a generar trabajo y riqueza y poder acabar con esta pesadilla. Por tanto, dos nuevos objetivos más, intentar que en la Fundación entrasen empresas y talentos capaces de atraerlas, y gestionar el centro con el objetivo de no depender del dinero público. Por eso, la Fundación cada día tiene más participación privada y menos pública. Además, al no tener los públicos, los políticos, la mayoría, ya no hacen lo que quieren, ya no deciden solos ni sirven a sus propios intereses, tienen que contar con los demás, con personalidades independientes, con los equipos de trabajo, con las empresas: a eso le llamamos modelo de colaboración público-privada, y ese fue el camino que elegimos.

No fue fácil, no todos los políticos querían dejar de controlar algo tan espectacular, hubo muchas resistencias y discusiones. Se consiguió que la Fundación -que siempre fue privada, pues así lo dice la ley- tuviese más votos privados que públicos, que fuese variada, que hubiese personas de todas las ideologías y pensamientos, en unión de la Administración, local, autonómica y estatal, todas ellas, para poder, así, colaborar entre todos en hacer del Centro Niemeyer un referente internacional.

Sin cesión de uso no hay Centro Niemeyer, habrá otra cosa, pero no esta, nadie va a tirar el edificio, lo gestionará la Administración para sus fines, lo administrará lo mejor que sepa, lo llamará como quiera, pero no Centro Niemeyer. Si no se decide algo de una vez, el convenio que antes les mencionaba dice que la Fundación debe abandonar el edificio el 15 de diciembre de este año. ¿Cómo va el equipo de trabajo a cerrar compromisos para el año que viene sin saber si podrá tener el edificio? ¿Cómo vamos y qué cantidades de producto compraremos para vender en la tienda? ¿A qué plazo hacemos los contratos? ¿Para unos meses? ¿Y luego?

Ya ven, es mentira que esto de la cesión sea perder la propiedad, al contrario, se cede el uso, un uso que si se hace bien le dará día a día valor a la propiedad de la Administración.

No es verdad tampoco que exista falta de control económico en la Fundación. Desde su constitución sus cuentas han sido auditadas de forma independiente año tras año, pero no solo eso, sino que se han ido justificando anualmente también las subvenciones recibidas de las distintas administraciones públicas, sin ningún problema. En el año 2010, sin embargo, los auditores hicieron constar que cinco pagos realizados a instituciones culturales extranjeras realizados de forma personal y nominativa y a través de banco carecían de factura: es cierto, tales instituciones no las habían remitido, a día de hoy ya lo han hecho tres de ellas y seguimos insistiendo para que lo completen las demás; pero eso no es una irregularidad, es una dejadez o un olvido imperdonable por parte de proveedores de la Fundación y la alternativa es tener paciencia o presentar una demanda, optándose por tener algo de paciencia.

Las cuentas de la Fundación desde el comienzo, sus facturas, sus libros, están a disposición del Gobierno de Asturias para que revise cuando quiera lo que quiera, así se les ha dicho e invitado a ello, y a la fecha no han solicitado ni un solo papel, ni una factura, nada de nada. Se han solicitado reuniones, se han realizado llamadas, se ha mostrado en todo momento por parte de las personas que estamos en la Fundación la máxima colaboración.

La Fundación ha optado por un modelo de gestión y de hacer las cosas, obviamente, hay otros. Sería un auténtico placer debatir y dialogar con todos los partidos políticos, sociedad civil, directivos y gestores culturales un modelo que pactado garantizase la estabilidad y larga vida del Centro Niemeyer. A ello siempre se ha estado disponible, pero no hubo con quien hacerlo. Si existiese esa voluntad de diálogo, de llegar a acuerdos, los problemas se convertirían en soluciones.

Alguien tiene interés en que el Centro Niemeyer se vea envuelto en polémicas, ese alguien ya ha conseguido, en unos pocos días, que clientes cancelen contratos a la Fundación de realización de eventos y congresos, ha conseguido que ya no pueda planificarse actividad para varios meses de 2012, ha conseguido generar inseguridad, desánimo y preocupación en los empleados. Una pena. ¿Es el comienzo del fin de una ilusión?

Quiero proponer a todos los partidos políticos con representación parlamentaria, a todos, a la sociedad civil de Avilés y a los gestores del Centro Niemeyer que nos sentemos en una mesa, mejor mañana que pasado, y que hablemos, con ilusión y sin prejuicios, que pactemos un modelo de gestión, más allá de los postulados programáticos y de las personas y personalismos, que lo acordemos de una vez y para siempre, para garantizar un futuro libre y profesional de un gran proyecto al servicio de Avilés, de Asturias y de España.

(*) «Lies as wishes», «The New York Times», 22 de mayo de 2010.