Los impactos violentos en el cuerpo femenino y el rizoma como apertura a un conocimiento que no sigue líneas de subordinación jerárquica sino que cualquier elemento puede conectar con cualquier otro, son los dos ejes sobre los que gira la exposición de Natalia Pastor (Pola de Laviana, 1970), una de las artistas que refleja una producción con múltiples intereses -antropológicos, feministas y paisajísticos- sin obviar la problemática social. Sus pasos han sido pausados y suaves, dejando una huella más perceptible en los últimos años, pero sin romper ese silencio reflexivo que le ha caracterizado y conducido por la memoria y el dolor, porque nadie puede negar que los trabajos de esta artista están realizados con jirones de vida, con una pisada poética.

La verdad es que su trayectoria más reciente, que cuenta con el VII Premio de la Junta General del Principado de Asturias (2007) y el Premio del Ayuntamiento de Valdés en el XL Certamen Nacional de Arte de Luarca, seduce estética y conceptualmente, consolidando una trayectoria coherente.

Existe, en su trayectoria, una vocación de trabajar sobre lo esencial, aún cuando utiliza la fotografía y el video en la serie «Desde Fuera», una instalación que recorre los prostíbulos de distintas zonas a través del lenguaje nocturno de los neones. O cuando la artista recorre fantasmagóricamente la maternidad y un pabellón de mujeres de un viejo hospital psiquiátrico en las localidades de St. Lizier y Le mas d'Azil.

En «Dérmico II» y «Funámbulas» las siluetas de cuerpos femeninos en tensión se superponen sobre paisajes industriales, explorando la conexión entre territorio e identidad. Las propuestas recorren una zona común, femenina, pero de enorme generosidad que le lleva a abrirse a problemáticas universales partiendo de lo íntimo. Ésta sería la primera nota que cabe apuntar a una producción enriquecida por matices como la personal iconografía que maneja. La segunda nota señala la presencia del dibujo como elemento vertebrador de su obra, un dibujo que se resuelve como trazos de pensamiento, un medio desde el que reflexionar. Y eso precisamente hace en esta muestra que, ampliada, itineró en 2010 por Luarca, Oviedo y Madrid.

Los dibujos de la serie «Impactos» muestran fragmentos heridos del cuerpo sometido a una agresión, pero destaca un autorretrato que homenajea a Frida Kahlo en la que la columna de la artista mexicana ha sido sustituida por una chimenea rota. Se trata de una imagen de una hondura muy especial, que por desgracia no se encuentra presente en esta exposición, que refleja el dolor por la descomposición del paisaje industrial y remite a las relaciones entre lo íntimo y lo social. En estos dibujos, la marcada línea y el tono monocromático contribuyen a la esencialidad pero, también, a establecer relaciones y guiños entre las diferentes piezas. Como en las «Rizografías», con los arboles como protagonistas de una aventura de conocimiento, bajo el influjo de Gilles Deleuze y Félix Guattari, que supone reconocer que el árbol ya no representa la imagen del mundo y aceptar otras visiones, aquellas que nos llevan al subsuelo, sabiendo que «en los rizomas hay nudos de arborescencia y en las raíces brotes rizómaticos».

Sin duda, Natalia Pastor es una artista imprescindible para entender la creación contemporánea asturiana, que se mueve entre la tradición y los nuevos medios, con el compromiso y el sentimiento colándose por una obra que es un ejemplo envidiable de sensibilidad y buen hacer.