Ana Paz PAREDES

No se puede visitar con prisa el mercado d'Avientu, abierto hace varios días en el parque de Las Meanas. Allí exponen sus últimos trabajos alrededor de treinta artesanos, la mayor parte asturianos o residentes en Asturias. No se puede pasar corriendo, mirando aquí y allá sin detenerse el tiempo suficiente para comprender que, lo que ven, es un artículo único y diferente. La artesanía se goza, se siente, se disfruta. Tanto si se trata de un jarrón de cerámica negra como si es un broche «vintage» o una pulsera entralazada de vaquetilla tostada. Quien ama la artesanía, ama la forma de realizarla. Por eso hay que pasar despacio por esa pequeña calle que forman las casetas de los artesanos presentes en esta feria y dejar que los sentidos perciban el origen de cada cosa: el torno girando en el alfar, los golpes del martillo y el cincel sobre la piedra virgen, el olor del cuero mojado, el choque metálico de las agujas tejiendo el cuerpo de un bolso, el imperceptible crujir de un papel de cebolla que alguien convirtió en princesa...

Las mentes que diseñan artesanía y las manos que la realizan pertenecen a personas que, en casi la mayor parte de los casos, están enamoradas de su oficio, que son vocacionales y que, en algunas ocasiones, convierten esa artesanía en un espectáculo de arte, en una fiesta creativa e incluso en una pequeña comunión de parte de si mismos, con el público. Porque la artesanía, además de encanto, tiene alma. Y también historia. E incluso trozos enormes de Naturaleza.

Por eso es conveniente recorrer esta feria con tiempo y con ganas para comprenderla y disfrutarla más. Sólo así es posible desear tener en casa uno de los dragones azules y alados que realiza Cristina Garrido García, ceramista avilesina que, en su obra, refleja al menos dos grandes amores: uno, por la mitología, otro, por los animales: caballos, osos, jabalís, gatos, leones, pájaros, elefantes y, de nuevo, más dragones encantadores. Trabaja barro rojo, porcelana y algo de gress. Todos tienen en común sus formas curiosas, originales y amables al mismo tiempo.

Un poco más adelante Pilar Mínguez, ceramista que firma con el nombre de «Teitos» y trabaja en Boal, sorprende con la belleza de unas caserías, castros, teitos, pallozas, horréos y pozos que, en ocasiones son macetas destinadas a plantar un bosai, o quemadores de incienso, mientras que en otras es la pieza en sí misma que reproduce, al detalle, la arquitectura popular asturiana. Frente a ella Belén Mallo, en su puesto, cuelga en una alambre una nueva princesa vestida para la ocasión con una piel de cebolla. Ella, fiel defensora de trabajar con productos que se encuentran en la naturaleza, transforma en ranas los pistachos, en osos pardos los erizos de las castañas, en buitres los huesos de dátiles, en un tiburón a una vaina de fabas y es capaz de hacer un avión con una hoja de magnolio. Y eso, sólo es el comienzo. Porque tiene muchísimos personajes. Ella, junto a su compañero Giovanni Pistolesi, firman como «El Mago de Palo». Entre sus creaciones se encuentra, también, un «indignado» que, sentado sobre una gran roca, porta una pancarta que reza: «Violencia es cobrar 600 euros».

La vista también se detiene ante las curiosas y serias botellas, de gran nariz y labios gruesos, realizados por el ceramista gallego Miguel Guerrero, cuya obra se conoce con el nombre de cerámica «Almar».

Rocío Suárez, una joven artesana avilesina que ya viene despuntando hace tiempo en el campo de la bisutería y los complementos, triunfa este año con sus espectaculares diamenas de plumas además de sus broches «vintage». Junto con sus camafeos y grandes anillos con alambres de colores, que le dieron fama, este año ha puesto de moda sus pulseras hechas con telas liberty de las que cuelga el árbol de la vida, sin olvidar sus pendientes con pequeñas teteras o la torre Eiffel, entre otros detalles.

En cuanto a imaginación, la que tiene Isaura Tejo Arango que ha convertido las gominolas de toda la vida, en artículo de diseño: pendientes, prendedores para el pelo, broches y hasta cajas decoradas tiene en su expositor avilesino. Eso si, no se pueden comer, llevan una pátina que endurece suficiemente las chuches como para lucirlas con tranquilidad en la solapa.

Alfarero y ceramistas son Eduardo Martínez e Isabel Higueras, residentes en Tineo y cuyos trabajos firman con el nombre de «Recorba». Entre sus artículos sorprenden, por su belleza, sus murales, planchas de barro con vegetal impreso que esmaltan antes de cocerlo. En el horno, tras ocho horas a 1.200 grados, el resultado es un maravilloso cuadro donde fácilmente se puede imaginar un fósil de trébol o de un helecho. También son originales y únicas sus lámparas, todas diferentes, sin olvidar los búhos que tanta fama les han dado. En cuanto a piedra, una cantera muy conocida en Asturias es Belén Alonso González. Relojes de sol, trisqueles, el apostol Santiago, fuentes, representaciones de la Virgen de Covadonga y también escudos familiares pueden admirarse en su puesto en Avilés, que dirige con simpatía extrema y un optimismo envidiable.

Azabache, ámbar, plata, bolsos, marroquinería, más ceramistas y más bisutería creativa y original están también presentes en esta feria. El 5 de enero cerrarán sus puertas. No se la pierdan.