Cuando el pasado lunes y por sorpresa el Presidente del Principado, Francisco Álvarez-Cascos, anunció la convocatoria de elecciones anticipadas en Asturias meneó aún más la tortilla del Niemeyer que se cocía a fuego lento, dándole una vuelta inesperada sobre la sartén de la política. E indirectamente prolongó por meses un conflicto que podría haber ganado de mano de haber demorado una semana el anuncio. Pero ahora, el centro cultural de la ría avilesina afronta un nuevo periodo de incertidumbre que, de forma definitiva, debería dar paso a una solución al conflicto; una nueva oportunidad para que el complejo recupere la paz, la unidad y la transparencia que necesita.

El anuncio electoral dio pie a los gestores de la Fundación a aplazar la reunión de un patronato que, de no haber sido por el meneo de Cascos, habría acabado probablemente en un desencuentro y en el abandono de algunos patronos privados. Pero celebrar una reunión con las urnas a las puertas habría resultado lo menos indicado: las decisiones que allí se adoptasen o las consecuencias de la irreconciliable tensión entre patronos serían papel mojado ante la cercanía de una nueva cita electoral. No obstante, su aplazamiento no debe ser una excusa para diluir o esquivar el objetivo de la cita: poner negro sobre blanco las cuentas de la entidad que hasta diciembre de 2011 gestionaba el centro cultural de la ría.

La maldición del Niemeyer ha sido su uso político interesado y precisamente ese afán ha impedido siempre que concitase la unidad que requiere. Este nuevo paréntesis brinda una oportunidad (quizás la última) para dejar fuera de la nívea arquitectura del brasileño el interés político. Y también, una ocasión para reflexionar sobre los aciertos y los errores que el proyecto ha sufrido: no son estos tiempos para excesos, sino para una gestión austera, imaginativa y equilibrada, sin trampas en las cuentas (no hay que obviar cuántos gastos del centro cultural corrieron, al margen del presupuesto, por cuenta del Ayuntamiento y del Principado en la anterior legislatura, interesados en insuflar brillo al proyecto movidos sólo por el rendimiento en votos) y con la lección aprendida de estos meses, en los que el desencuentro ha arrojado a los pies de los caballos un trabajo de promoción que, seguramente, no tendría precio y que ahora costará recuperar.

Los acontecimientos deben invitar a la reflexión. La falta de entendimiento en el Niemeyer ha ocasionado trastornos a los gobiernos del Principado y del Ayuntamiento, pero ha sido a la ciudad de Avilés a la que más ha perjudicado. Deprisa y corriendo, la Consejería de Cultura ha tenido que hacer frente a una programación. Ese hecho debe tenerse en cuenta al analizarla, pero también que por primera vez se ha hecho público el coste de las actividades. No obstante, eso no compensa las piedras que responsables políticos autonómicos han lanzado contra el tejado del Niemeyer para comprender, ahora, que también era suyo. Más inteligente ha sido la actitud de la Alcaldesa, Pilar Varela, que lejos de buscar heridas que morder en la nueva programación se limitó a desear suerte a los actuales gestores.

Más lecciones: la gestión del centro cultural no puede ser un cheque en blanco para agendas privilegiadas, sino una responsabilidad de los patronos. Un patronato no debe dedicarse únicamente al aplauso, deslumbrado por la pasarela de famosos, sino que debe reclamar objetivos y cuentas. Porque el Niemeyer, mientras esté financiado con dinero público de forma mayoritaria, tendrá que atenerse al rigor y la oportunidad de las cuentas públicas.

Y un eje vertebrador común: el Centro Niemeyer no es propiedad de gestores ni de partidos políticos, ni de administraciones. Es y debe ser una apuesta conjunta para una ciudad que ha reclamado inversiones y proyección, justo los anhelos que comenzó a vislumbrar asociados a la actividad del complejo cultural. En estos tiempos en los que la zozobra sacude el tejido empresarial que es el motor de la comarca, el Niemeyer no debe ser un sustituto pero sí un elemento que sume y permita diversificar la actividad económica y atraer el turismo.

Pero mientras continúe siendo una sopa que los intereses políticos o los personales remuevan a su gusto seguirá concitando tanta división y frustración como hasta ahora hemos visto. Un último apunte: no pierdan de vista el proceso judicial abierto por la Fiscalía sobre la gestión del complejo y el posible abuso llevado a cabo por el Gobierno del Principado en su estrategia para controlar el Centro Niemeyer; quizás las elecciones abran también ahí un paréntesis, pero en algún momento habrá de cerrarse.