Mal que nos pese, ya todo es electoral. El PP ha planteado posponer el debate presupuestario en Avilés porque las elecciones contaminan la relación entre los partidos. Es un ejemplo. Eso es algo interesante para los partidos, pero no para los ciudadanos. Sin entrar a poner o quitar razones a los argumentos del PP, la reflexión general es que las elecciones no deberían ser una excusa para retrasar aquellos asuntos que afectan a los ciudadanos, que pagan sus multas y sus impuestos, haya cita electoral en el horizonte o no. Pero parece ya inevitable que desde ahora hasta marzo todo se mire a través del cristal de las urnas, tenga que ver con el Principado o no. Lo malo es que ese «efecto electoral» no acabará ahí. Aún habrá que formar Gobierno, se nos meterá el verano encima (¿por qué no renuncian este año los parlamentarios de la Junta a la suspensión estival del período de sesiones?) y llegará septiembre con todo sin hacer. Y muchas empresas y muchos proyectos permanecerán también en ese extraño limbo que abren las papeletas.