La Orquesta Clásica de Asturias volvió a Avilés y lo hizo de nuevo al ciclo de conciertos de la Sociedad Filarmónica, tras su última aparición en el mes de noviembre. Tal y como apreció el público el martes, la Orquesta Clásica de Asturias mantiene su presencia en las salas de conciertos de la región, frente a otros proyectos orquestales que, de forma paralela a las agrupaciones principales -Sinfónica del Principado, Oviedo Filarmonía y Orquesta de la Ciudad de Gijón-, habían surgido en los últimos años.

A este respecto, el caso de Avilés no tuvo precedentes, y en poco tiempo coincidieron proyectos desde diferentes frentes con el ánimo de representar a una colectividad, de modo que se valoraba la necesidad de defender un programa artístico-musical propio como un rasgo identitario, a semejanza de las otras ciudades asturianas. Ahora, en tiempos de inestabilidad e incertidumbre, toca esperar a que la Orquesta del Conservatorio Profesional Julián Orbón haga su aparición anual, dentro de los conciertos de la Semana de Música Religiosa de Avilés, a finales de marzo.

Por su parte, la Orquesta Clásica de Asturias, a cargo del clarinetista, director y compositor Daniel Sánchez, sostiene una presencia más regular, con una programación que mantiene la continuidad de su plan inicial y que recientemente se ha visto además reforzada por un convenio con la Universidad de Oviedo. La Orquesta Clásica de Asturias avanza con el compromiso de sus componentes, mientras ofrece oportunidades de carácter didáctico a los jóvenes músicos, con unos estándares de calidad y criterio artísticos. Así pudo apreciarse el pasado martes, a través de un repertorio que suma éxitos en cuanto al nivel interpretativo y que favorece, como valor añadido, la posibilidad de escuchar en los papeles solistas a caras conocidas, y otras que pronto llegarán a serlo, desde las filas de las orquestas asturianas.

De este modo, la Orquesta Clásica de Asturias abrió su último programa con el «Concierto para oboe y cuerdas en Re menor» de Alessandro Marcello, la obra más conocida de este compositor del Barroco italiano, que hasta el siglo XVIII había sido atribuida a Vivaldi y después a su hermano Benedetto Marcello. Similares dudas, que llegan hasta hoy, rodean al «Concierto para dos trompas y orquesta en Mi bemol» de Haydn, de forma que la primera parte del concierto permitió reflexionar sobre la idea de la originalidad y la autoría de las obras, en relación a los compositores que forman parte de la tradición, en un marco casi siempre restrictivo debido a la propia historia de la música que es transmitida. En este sentido, la Orquesta Clásica de Asturias apoyó su concierto con una buena costumbre, la de incorporar unas notas al programa.

En cuanto al concierto de Marcello, destacó en la sesión musical por la exquisitez de su articulación, con una elección adecuada de los tiempos. El avilesino Adrián González Barriuso estuvo al oboe solista, con una esmerada interpretación, en la que demostró su dominio técnico del instrumento -como en la dosificación del aire del «Adagio»-, así como un fraseo fluido, especialmente en el «Presto», que se impuso por la transparencia de sus perfiles, favorecido además el sonido de la orquesta según la colocación de los instrumentos, con los violines primeros y segundos separados.

Sin embargo, el concierto para dos trompas de Haydn resultó irregular, si bien se impuso de nuevo el último movimiento por su precisión, ajuste y luminosidad, con Roberto Álvarez y Jaime Sixto como solistas. Con el «Divertimento n.º 11, K. 251 en Re mayor» de Mozart, la orquesta se reavivó como impulsada por un motor interno desde el primer «Allegro molto», en una interpretación en la que pudieron degustarse los detalles de la partitura para cuerdas, trompas y oboe -exquisito este último cuando se alzaba entre la cuerda-, con un empaste escrupuloso y refinados contrastes de articulación, como en el «Andantino», que además cuidó los cambios rítmicos sin que en ningún momento decayera el sonido.

La Orquesta Clásica de Asturias paseará este programa próximamente por Oviedo, en otros dos conciertos que servirán para perfeccionar algunas partes y harán las delicias de los filarmónicos ovetenses y del público del concierto benéfico que todos los años organiza la Fundación El Pájaro Azul.