Juan José Martínez Jambrina, jefe de Salud Mental en el área sanitaria avilesina, quiso ser periodista pero ante la negativa de su familia encontró en la psiquiatría su profesión. Ejerce desde 1996 en este campo. Hijo de médico y maestra, Martínez Jambrina nació en León en 1964. También en la meseta estudió la carrera de Medicina y Cirugía, en la Universidad de Salamanca. Posteriormente dirigió el programa de asistencia psiquiátrica de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid y en junio de 1999 se incorporó al equipo de tratamiento asertivo comunitario de Avilés, que ahora dirige. Leer, escribir, el fútbol y los toros son sus aficiones.

-¿Si ahora mismo tuviera que entrevistar a un psiquiatra qué le preguntaría?

-Si lleva ya unos años trabajando le preguntaría si cree que tiene mucho sentido lo que hace.

-¿Y como psiquiatra que responde a eso?

-Que hay que tener las cosas muy claras para seguir trabajando: hay que hacer un esfuerzo muy importante de higiene personal para trabajar en unas condiciones éticas con uno mismo.

-¿Cómo llega a la psiquiatría?

-Siempre tuve un contacto muy cercano con el sufrimiento humano y con las historias personales. La psiquiatría me parece una de las formas más cercanas de ayudar a alguien sin que, además, haya medios técnicos por el medio como radiografías o cuestiones de esas. Lo que más defrauda es la capacidad de manipulación e intoxicación que tiene esta relación: se ha exagerado un poco la patología mental, hay un sobrediagnóstico de la sociedad actual...

-¿Influyen los medios de comunicación en un aumento o disminución de la enfermedad mental?

-Creo que las ventas dependen muchas veces de las inseguridades y los miedos de la gente, pero esos miedos también forman parte de la vida y no se pueden tapar. Otra cosa es que haya que ser lo más cauto al incidir sobre ellas porque cualquier acelerón de los medios dispara cierto tipo de conductas en la sociedad de manera automática, más ahora en una sociedad donde se está retransmitiendo todo en directo a través de las redes sociales.

-¿Qué opina de dichas redes sociales?

-Creo que tienen que ser una ventaja pero yo aún estoy perplejo, no tengo una postura clara. Tan pronto me borro como me vuelvo a aficionar... Tengo realmente dudas sobre cómo está influyendo la aparición y el uso de las nuevas tecnologías sobre todo para las personas que venimos de la cultura del papel. Desde luego hay efectos nocivos que aún no están bien delimitados.

-¿Por ejemplo?

-A nivel de capacidad de concentración, de lectura sostenida... Digamos que a nivel de variables casi neuropsicológicas se están produciendo cambios.

-¿Mantiene el blog «TierraLibertad»?

-Ahora mismo es una vía de escape, un divertimento personal, una manera de contactar con amigos y un medio que me permite escribir, me parece interesante.

-¿Loco es el que tiene razón y la sociedad le obliga a vivir de manera diferente?

-No siempre es así, no. Pero sí es cierto que hay un influencia social en todos los comportamientos que se separan de la norma: las sociedades tienden a que todos vayamos por el mismo sitio pero no estoy de acuerdo con la frase, que sí me parece buena para debatir.

-¿En qué ha cambiado la psiquiatría en estos dieciséis años que lleva ejerciendo?

-No me parece que haya cambiado en exceso. Creo que la psiquiatría va a seguir en la misma línea que está, ya que no se avecinan cambios espectaculares debido, en parte, a que la situación económica actual no permite muchos juegos. Aunque sí me gustaría que ocurrieran ciertas cosas.

-¿Cuáles?

-Con las grandes patologías (trastornos psicóticos) creo que se debería crecer en lo comunitario, en el cierre de hospitales psiquiátricos y en la implantación de dispositivos de atención comunitaria donde no los hay, así como en el aumento de aquellos donde ya existen. Creo además que la psiquiatría debe volver a la biografía del paciente y a la psicoterapia y alejarse un poco del psicofármaco.

-¿Qué balance hace de su servicio?

-Por segundo año consecutivo el área de gestión clínica de Salud Mental ha cumplido con creces los objetivos pactados. Creo, además, que la gestión clínica es un modelo mejorable pero, a mi juicio, es la opción más razonable para el sistema sanitario público en la actualidad, al menos en Salud mental.

-¿Cómo funciona el «Modelo Avilés»?

-Es un proyecto para estar razonablemente contento, no implica que no haya cosas que mejorar y a las que dar mayor cobertura pero el nivel de funcionamiento al que obliga la Organización Mundial de la Salud creo que lo cumplimos, que es aceptable. Lo que sí hemos hecho ha sido demostrar precisamente que la gente más grave puede vivir insertada perfectamente en la comunidad sin que haya más problemas que los que pueda tener cualquier persona; esta es la contribución que tiene que quedar y ya es bastante.

-El «Modelo Avilés» se gestó en la ciudad, ¿qué regiones han copiado en estos años el proyecto?

-Está en prácticamente todas las comunidades autónomas, creo que hay unos 25 equipos. En Bilbao se han abierto cuatro unidades, en Murcia hay tres equipos, también hay en Cartagena, Lorca... En Valencia están empezando ahora.

-¿Cuántos pacientes tratan ahora en Avilés?

-En el ETAC o «Modelo Avilés» tenemos unos 141 pacientes. Las cifras de incidencia están muy estabilizadas e incluso las enfermedades más graves (psicosis maniaco-depresiva y esquizofrenia) tienden a bajar un poquito, muy ligeramente. Lo que sí aumentan son patologías menores.

-¿Cuál es el perfil del paciente mental del área?

-El perfil medio del enfermo más grave es un paciente que tiene entorno a 45 años, soltero, que nunca ha tenido trabajo, tiene estudios primarios y suele convivir con la familia, con los padres.

-El consumo de drogas o alcohol influye en el desarrollo de patologías mentales?

-Desde luego, es un problema. Sí que influye desencadenándolas en algún caso, provocándolas en otras y agravándolas siempre.

-¿Con qué se emocionó la última vez en el trabajo?

-¡Huy!... Hace mucho que no me emociono. Actualmente y a nivel personal estoy muy preocupado por el problema del suicidio. El gran reto de la psiquiatría del siglo XXI es cómo prevenirlo.

-¿Qué supuso para usted participar en la grabación del documental «Desconectados»?

-Fue una suerte, básicamente, no tanto para mí como para poder dar a conocer la situación de los enfermos mentales. Me parece que el grupo de pacientes que salió tuvo una valentía muy grande y que determinada gente pusiese su trabajo al servicio de una historia así pues es algo extraordinario e inesperado. Nosotros hicimos lo que nos mandaron porque el director fue quien elaboró el guión y demás pero la sensación que queda es que el documental es un vehículo para que algunos vivan o puedan vivir mejor. Eso sí, el rodaje es durísimo y sin el «glamour» que uno se cree que rodea al mundo de los artistas.

-Si ahora mismo estuviera en COU y tuviera que elegir psiquiatría o periodismo, ¿qué harías?

-Creo que si lo resolviese estaría más tranquilo, sigo con la misma duda y ni siquiera lo puedo decir hoy. Cada vez que lo pienso creo que arreglaría muchas cosas de mi vida si tuviese eso claro. Pero, bueno, no estoy descontento en absoluto con la decisión que tomé. Creo que el ser humano siempre tiene que tener ahí una historia pendiente.