Saúl FERNÁNDEZ

La primera consecuencia del nombramiento de Natalio Grueso como director de programación de artes escénicas del Ayuntamiento de Madrid será el cese de buena parte de los directores de los teatros municipales de la capital de España. La alcaldesa Ana Botella hará efectivo la próxima semana el cese de los responsables artísticos de los odeones que dependen de su gobierno, entre ellos el del prestigioso director de escena Mario Gas. Estos ceses coincidirán con la puesta de largo de Grueso en Madrid (este fin de semana se encuentra en la ciudad de Nueva York para asistir a las últimas funciones de «Richard III», un montaje levantado por Sam Mendes con el apoyo del Centro Niemeyer).

El cargo de director de programación de artes escénicas del Ayuntamiento de Madrid nació «ex profeso» para que lo ocupe Natalio Grueso y es consecuencia inmediata del nombramiento de Alberto Ruiz-Gallardón como Ministro de Justicia. Pocos días después de dejar vacante su puesto como alcalde de Madrid, Alicia Moreno Espert presentó su dimisión como concejala de Artes a la nueva alcaldesa, Ana Botella. La mujer de José María Aznar cubrió la vacante de forma inmediata nombrando a Fernando Villalonga: ex cónsul en Nueva York y ex consejero de Cultura de la Generalitat Valenciana, entre otras cosas. El puesto de concejal de Arte no es electo, en virtud de la ley de capitalidades es nombrado por el alcalde como cargo de confianza. Villalonga sustituye a Moreno, vinculada a la izquierda política. «Una jugada de Gallardón para mantener tranquila a la profesión», explican en medios teatrales de la capital.

La reorganización de la cultura en Madrid queda así: los directores artísticos (programadores) cesan y su trabajo lo desempeñará un solo coordinador (Natalio Grueso). No obstante, cada uno de los centros culturales mantendrá sus gestores económicos particulares.

Mario Gas acudió a Madrid tras la llamada de Alicia Moreno. Se hizo cargo del Teatro Español y, entre otras cosas, produjo los montajes más sonoros de los últimos años. El sector privado del espectáculo en Madrid atacó siempre el modo de obrar de Moreno: la acusaban de competencia desleal. Moreno, pocos días antes de dejar su cargo, renovó los contratos por cuatro años de varios directores. Estos contratos se iban renovando, hasta entonces, año a año. Villalonga declaró esta semana que estas renovaciones no habían sido «regulares».