Amaya P. GIÓN

El gran banquete avilesino, la popular y multitudinaria comida en la calle, alcanza este año la veintena. La fiesta que instauró entre críticas la entonces concejala de Festejos, la socialista Mariví Monteserín, es ahora considerada fiesta de interés turístico nacional y una de las citas obligadas dentro del calentario festivo asturiano. La comida en la calle convierte cada lunes de Pascua la ciudad en un gran restaurante al aire libre que da la bienvenida a la primavera tras la resaca de la emblemática fiesta del Bollo.

Monteserín decidió impulsar en 1993 la iniciativa al aire libre con motivo del centenario de las celebraciones del Bollo. Su propuesta se puso en marcha pese al rechazo generalizado que recibió la iniciativa. «Sólo la apoyó el asociacionismo avilesino y eso fue lo que hizo que se consolidara», señaló la ahora diputada nacional en una entrevista a este periódico el pasado noviembre. Quien le iba a decir entonces a la concejala de Festejos que la fiesta que se sacó de la manga se convertiría en una de las más populares de la región y de las más queridas por los avilesinos.

Aquel 12 de abril de 1993 el cielo amenazaba lluvia, una tendencia que suele acompañar a la cita festiva de Pascua. Cerca de 3.000 personas (exactamente 2.880, según los cálculos de Monteserín) participaron en el bautismo de la comida en la calle. La enorme mesa que ahora recorre todo el casco histórico de la ciudad se limitó en la primera edición a las calles de Galiana, San Francisco, Rivero y la plaza de España.

El Parche ya era entonces el lugar reservado por los políticos para compartir mesa y mantel. Manuel Ponga y Santiago Rodríguez Vega (ocupaban los cargos de Delegado del Gobierno y alcalde de Avilés, respectivamente) compartían aquella mañana ventosa unas botellas de sidra ante la casa consistorial mientras un grupo de amigos preparaban un suculento arroz a la asturiana. La itendencia corrió a cargo del Centro Asturiano, la Asociación de Vecinos de La Magdalena y Maestría Industrial, quienes prepararon y sirvieron 400 raciones.

Lejos queda aquella jornada amenizada por Vicente Díaz en la que también hubo hueco para las habaneras, el folklore y los fuegos artificiales, si bien estos últimos se vieron deslucidos por la lluvia, que protagonizó el fin de la jornada festiva.

Dos décadas hace ya de aquella primera comida en la calle en la que el parque de Ferrera, ahora tomado por miles de jóvenes, se convirtió en escenario de una exhibición de cometas. Como cada año desde hace veinte, jóvenes y adultos desafiarán al tiempo el lunes de Pascua para disfrutar de una fiesta más que consolidada. La cita, el 9 de abril, en cualquier rincón del casco antiguo.