De nuestro corresponsal, Falcatrúas.

Ramón lo había anunciado a los bildeanos:

-Vendrán a apoyarnos los del sindicato al que estoy afiliado y avisarán a los medios de comunicación porque las manifestaciones necesitan difusión; si no, no tienen sentido.

Esto pasó hace muchos años, cuando Ramón el Tumbao, viendo que Bildeo iba directo a su desaparición, propuso en la Junta de Vecinos celebrar una manifestación. Corría el año 1978, hacía poco que se había inaugurado la carretera, llegaban los primeros coches y camiones al pueblo, vino la luz eléctrica, el agua corriente entró en las casas, las ventanas se agrandaron, las puertas se abrieron al mundo. Los vecinos presentes al pie del tejo centenario, junto a la capilla, nada sabían de manifestaciones:

-¿Qué ye eso?

-¿Una manifestación, pa qué?

-¿Contra quién?

-¿Dónde ta el público? Porque una manifestación sin público, pa qué val.

-¿Dónde vamos desfilar?

Pero hagamos un poco de historia, ahora que acaba de publicarse en los medios más prestigiosos de contaminación social (Diez Minutos, Pronto, Enseguida, AR, ST, UV, etcétera), un trabajo de investigación realizado al alimón por las Universidades de Allalantrón (Iowa) y Cancienes (Asturias), titulado «Historia de las manifestaciones», estudio avalado por el asesoramiento del Instituto Vóos (*), que las divide en dos grandes categorías, a favor y en contra del poder vigente.

A favor están los desfiles del día de la patria, de las fuerzas armadas o de la raza (autóctona), destacando los promovidos por Hitler y sus muchachos, con mucho estandarte y parafernalia de cruces gamadas, y aquellos otros de la Plaza Roja de Moscú, organizados por el Partido Geriátrico de la Unión Soviética, con transporte masivo de cohetes enormes. Franco planificó adhesiones inquebrantables a sus dictámenes, no sólo en la plaza de Oriente de Madrid, sino en el mismo Bilbao, donde cientos de miles de fieles aplaudieron al Caudillísimo, lo pueden atestiguar los del PNV.

Igual que los brasileños inventaron el Sambódromo para bailar la samba sin salpicar, los españoles tenemos el paseo de la Castellana o Manifestódromo para todo tipo de romerías, tanto a favor como en contra del Gobierno, ahorrando en parques temáticos. Muchos países continúan haciendo desfilar una vez al año a sus soldados, cosa que aprovechan algunos políticos del pingón para hacer el ridículo, permaneciendo sentados al paso de las banderas de otras naciones y haciéndonos quedar mal a todos.

En cuanto a las manifestaciones en contra del poder vigente, se rechazó considerar como la primera en la historia aquella reseñada como «Cristo expulsa del templo a los comerciantes», al tratarse de una sola persona desarmada armando un cirio y sin represión policíal con molienda a palos de la muchedumbre. Si dejamos aparte la Revolución Francesa, con sus guillotinados aristocráticos, las algaradas de mayo de 1968 en París son consideradas unánimemente como las primeras manifestaciones en la Historia; arrastraron mesnadas variopintas, nunca se vio a tantos estudiantes por metro cuadrado y nunca tantos se dedicaron en las décadas siguientes a dar el coñazo glosando el dichoso movimiento vecinal en miles de artículos, libros, canciones, películas, etcétera. Todavía hay gente que vive de aquello.

No vamos a presumir de que Bildeo haya sido la cuna de las manifestaciones en contra, para eso ya están ahí las autonomías de primera división, aquí jugamos en regional; pero Ramón el Tumbao, prejubilado de la mina por una lesión, regresó al pueblo relativamente joven y conservando buena parte de su «instinto revolucionario» heredado de generaciones anteriores de campesinos, obreros y mineros apresados entre una España caduca y otra nueva que no acababa de tener su oportunidad de nacer.

De aquellos trabajadores surgieron líderes populares que lo dieron todo por ideas universales, de esas que no tienen razas, ni religiones, ni fronteras que las acoten, y cuyas raíces no vienen de ningún partido político o sindicato, sino de la religión y la filosofía, traducidas con distinta fortuna por cada grupo humano. «Cabecillas», «gente sin preparación», los llamaron los que ganaron la Guerra Incivil, porque no eran abogados ni doctores, pero sus argumentos suplían otras carencias y querían sacar a los españoles de siglos de atraso combatiendo al clero, al rey, a los ricos y al Sursum Corda; no pocos murieron de muerte matada, muchos otros disfrutaron largos años de residencias con barrotes y tanto unos como otros acabaron laminados por el olvido.

Ramón, si no revolucionario al menos inconformista, sabía que el tiempo de las barricadas había pasado, pero algo había que hacer para que el progreso no fuese un coto privado.

(*): El Instituto Vóos, más conocido como «La bien pagá», pasa por ser la más popular y cara entre las ASesorías INútiles para Organismos PÚblicos DEspendolados" (ASINOPUDE). Sus intenciones son completamente altruistas, por eso esperamos que sus responsables acaben en el trullo.

(Continuará).

Seguiremos informando.