Siento mucho decir que no tengo ninguna cuenta en Suiza ni en las Islas Caimán con la que poder inyectar mis ingentes cantidades de dinero negro en la maltrecha economía española. Conozco a un par de tipos que guardan en un cajón de la cómoda trescientos euros para un caso de apuro, pero les da vergüenza presentarse con eso al banco, porque es de suponer que va a haber un baile de fajos de 500 euros que se va a fundir el misterio y resolverá todo de un plumazo. Tengo mis dudas de que los señores y señoras que se han dedicado a esconder sus fortunas en paraísos fiscales y a utilizar las argucias legales para pagar menos impuestos vayan ahora a enderezarse por el buen camino, pero quién sabe. Por el momento el ajuste presupuestario nos subirá las facturas de la luz y el gas y el IVA de algunos productos aún sin especificar. El Estado ahorra pero nos dice a los ciudadanos que debemos incentivar el consumo, que es el motor del sistema. Al final todo parece la pescadilla que se muerde la cola, un círculo vicioso sin fin a la vista.