Amaya P. GIÓN

El cielo se abrió para el Sábado de Gloria. El luto que marca la Pasión de Cristo tiñó los cielos en los últimos días, aguando los ánimos de los cofrades, que se vieron obligados a cancelar algunas de sus procesiones. Ayer, con la tarde, las nubes dieron paso a un cielo despejado que dio vía libre a la última representación evangélica de la Semana Santa en la ciudad: la procesión de la Resurrección. «Al tercer día resucitó», parecían decir los cofrades de Nuestro Padre Jesús de la Esperanza, del Santísimo Cristo de Rivero y San Pedro Apóstol y los de Nuestra Señora de la Soledad en la comitiva que recorrió el casco histórico de la ciudad. Y la despedida de la Pasión dio paso a la Pascua.

Pocos minutos después de las diez de la noche, el paso de Jesús Resucitado partió de la iglesia de los Padres Franciscanos escoltado por los de Nuestro Padre Jesús de la Esperanza mientras desde la capilla de Rivero hacía lo propio la imagen de San Pedro Apóstol junto a los hermanos de la cofradía del mismo nombre. A los pies de la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery los esperaba la Virgen de La Soledad, con su lustroso manto blanco. Pasadas las diez y media se produjo uno de los momentos más esperados de la Semana Santa: la ceremonia del encuentro de Jesús resucitado con su madre y con el apóstol Pedro; una escena propia del Domingo de Resurrección y pieza angular de la fe cristiana: «El Señor había muerto, pero ahora vive y triunfa».

Después de que los cientos de asistentes entonasen el «Resucitó», los tres pasos desfilaron uno tras otro por La Cámara, San Bernardo y la plaza de Camposagrado, donde, tras la ceremonia de la despedida, cada uno volvió a su templo de origen. Atrás quedaba una semana de Pasión marcada por las inclemencias del tiempo. El sol lució para La Borriquilla, el cielo acompañó a Jesús Cautivo y San Pedro, pero aguó el Santo Encuentro. A pesar de la lluvia, la ciudad se rindió al Silencio y también se entregó al Cristo de la Verdad y la Vida, procesión que protagonizó la Hermandad del Santo Entierro en la noche del jueves al viernes.

El Santo Entierro volvió a congregar a cientos de personas en la calle San Francisco. El párroco Juan Antonio Menéndez pronunció el sermón del Desenclavo en la campa de la iglesia de San Nicolás de Bari, tomando el relevo al sacerdote Ángel Garralda, que puso voz a la ceremonia durante más de medio siglo. Ya libre de la cruz, el cuerpo inerte de Jesús recorrió en su lecho acristalado el centro de la ciudad y en la plaza de Álvarez Acebal se produjo el tradicional saludo de San Juan a la Virgen Dolorosa, rota de dolor. La representación del Santo Entierro dio paso a la de la Virgen de La Soledad, que no pudo más que asomarse a la puerta de su templo a causa de la lluvia. Pero los cofrades no renunciaron al canto de la «Salve marinera» ni a procesionar el Lignum Crucis desde Santo Tomás hasta la vecina casa parroquial. Pero el paso de La Soledad sí que pudo mostrar toda su belleza a avilesinos y visitantes ayer noche, cuando la representación de la Resurrección, que se conmemora hoy, puso el broce a la Semana Santa avilesina.

Tras el recogimiento por la Pasión y la muerte de Jesús, ahora resucitado, la ciudad se rinde a la fiesta, a la primavera, a la Pascua que marca el final de la Cuaresma y que coincide con la celebración de la fiesta con más solera de la ciudad: El Bollo.