No hay que tener miedo a reivindicar valores de entonces, cuando en 1931 se establecieron derechos constitucionales que hoy estamos perdiendo a pasos agigantados. Los españoles de a pie, que sufrimos una crisis injusta que no hemos provocado, los que notamos cada día como nos ponen piedras en el camino mientras escuchamos que los que tienen el dinero y nuestra vida en sus manos cada vez tienen más, que la brecha que nos separa es ya una falla de grandes magnitudes, no tenemos que temer nada más, ¿que más nos pueden quitar? Por lo tanto, retomar aquellos valores, pelearlos otra vez, cada uno desde su universo particular, es lo que toca; no nos dan otra opción porque las agresiones son muchas y variadas.

Decía la Constitución de la República Española de 1931, en su artículo 1, que España es una república democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y de justicia. El artículo 3 recogía que El Estado español no tiene religión oficial. El artículo 44 recoge que «toda la riqueza del país, sea quien fuere su dueño, está subordinada a los intereses de la economía nacional y afecta al sostenimiento de las cargas públicas» o, el artículo 45 que «toda la riqueza artística e histórica del país, sea quien fuere su dueño, constituye tesoro cultural de la nación y estará bajo la salvaguardia del estado». «La Enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad y se inspirará en ideales de solidaridad humana» recogía el artículo 48, y el artículo 6 que «España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional».

Hoy en día, 81 años después, la crisis económica ha sido utilizada para intentar acabar con esos derechos largamente defendidos y conseguidos no sin pagar un alto precio en cárceles, emigración e incluso vidas. Por eso, por respeto a todas las personas que defendieron y defienden los derechos fundamentales que recogen aquella y esta Constitución, hay que cambiar el miedo por capacidad de reacción, y, repito, nada nos ha sido regalado, de forma que lo que tenemos nos corresponde por derecho.

Tenemos derecho, las mujeres, a decidir sobre nuestra maternidad, como ciudadanas, a poder llegar a donde cualquier hombre ha llegado. Tenemos derecho de reunión para debatir o manifestarnos; derecho a ser atendidos por una sanidad pública y universal que, no nos olvidemos, sale de nuestros impuestos, es decir, pagamos con antelación; derecho a que nuestros hijos reciban la mejor y más solidaria educación, libre de lastres religiosos; derecho a que nuestros mayores lleven una vida digna, después de haber estado toda su vida trabajando y a ser atendidos si lo necesitan porque no quieren ni queremos caridad; derecho a tener un paraguas que nos permita negociar los derechos laborales en las mejores condiciones para los más desfavorecidos, que somos los trabajadores.

Tenemos derechos porque no hacemos dejación de nuestras obligaciones, todas, porque Hacienda somos todos y si es así, el que no cumpla, tiene que pagar por ello, porque nadie desciende directamente de la pata del Cid y eso vale para todos los ciudadanos.