Myriam MANCISIDOR

Félix Loya y María Luisa García se conocieron al calor de los fogones de Casa Mingo, en Madrid, cuando la comida aún sabía a posguerra. Corría la década de los años cuarenta del pasado siglo cuando esta pareja decidió desplazarse a Avilés al tiempo que se ponían los cimientos de la extinta Ensidesa. Él sabía de leña, horno y lechazo; ella, de fabas y pescado. Al calor de los fogones dieron vida a una familia que ya suma cuatro generaciones, más de medio siglo de guisos compartidos y una receta como buque insignia: la lubina al champán. Los Loya brillan con luz propia y desde hace tiempo les llueven los premios en reconocimiento a su labor: ahora la Federación Española de Hostelería ha reconocido la trayectoria de esta familia que el próximo lunes se desplazará a San Sebastián para recoger el preciado galardón.

«Este reconocimiento es muy importante porque se valora la tradición familiar. Muchas veces nos acordamos de la gente cuando ya no está, por lo que considero muy bonito este premio», sentencia Miguel Loya, hostelero. Sus padres -Félix Loya, vallisoletano; María Luisa García, asturiana fallecida en 2011- transformaron la cocina tradicional hace ya medio siglo en los fogones de la sidrería Félix, que luego pasó a ser restaurante y que terminó como hotel en la avenida de Lugo. La pareja engendró cuatro hijos: Miguel, Julio, Roberto y José Antonio. Al primero, sus padres le inculcaron la pasión por la hostelería y abrió en 1991 el Real Balneario de Salinas. Ahora Miguel trabaja codo con codo con dos de sus hijos, Isaac y Javier. Este último fundó el restaurante Deloya y trabaja en el Hotel España.

La cuarta generación la forman los nietos de Miguel Loya, aún demasiado jóvenes para manipular los fogones. «Pero todos están educados como gourmet», subraya Loya, que al igual que su padre hizo con sus hijos, quiere traspasar el amor a la cocina a sus nietos. «El mayor tiene cinco años, ya elige y se come sin dejar nada en el plato un menú degustación», agrega, y confiesa: «Esto es una saga familiar y sería una pena que los que vienen detrás no siguieran con el negocio». Los jóvenes de Loya vienen así pisando fuerte, siempre con Félix Loya, padre, abuelo y bisabuelo, como guía y mentor. «Todo lo que hemos conseguido hasta ahora ha sido gracias a mis padres y que le reconozcan su labor en vida es muy importante», manifiesta Miguel Loya, que el próximo lunes tiene previsto desplazarse a San Sebastián con varios miembros más de su familia para recoger el premio de la Federación Española de Hostelería.

La familia Loya acumula ya tantos reconocimientos que a Miguel le cuesta recordarlos. Mantienen la estrella Michelín y, entre otros galardones, en 2009 recibieron el de la Academia Española de Gastronomía. Pero los premios no son cosa de ahora. «En los noventa ya premiaron al restaurante del San Félix con la Placa Nacional al Mérito Turístico», destaca Miguel Loya, que incide en que lo que ha cambiado con el paso de los años ha sido la promoción de los establecimientos hosteleros. «Antes los medios de comunicación no estabais detrás de nosotros cada vez que nos concedían un premio y actualmente gracias a la difusión de las informaciones el Real Balneario, por ejemplo, es más conocido en Madrid o en Barcelona que en Asturias», dice. Añade: «Antes seguramente había muchos restaurantes que más que una se merecían tres estrellas Michelín y nunca la llegaron a tener».

El hostelero Miguel Loya hace un inciso también para valorar los premios que recibieron de distintas instituciones o entidades de la comarca avilesina. «Estamos muy orgullosos de todo lo que nos ha dado Avilés durante estos últimos años», confiesa mientras prepara el comedor del Real Balneario de Salinas para una celebración. «Ahora lo difícil es seguir igual. En Asturias estamos asentados los clásicos y tal vez ahí es donde se nota la calidad de un restaurante, en la permanencia», concluye este hostelero que desde Salinas sigue poniendo estrellas a sus platos y condimentando a una familia con grandes dosis de unión dentro y fuera de la cocina.