Recuerdo como si fuera hoy las razones que fundamentaron la constitución hace más de 25 años de la mancomunidad Cinco Villas, una de las primeras que empezó a funcionar en Asturias cuando se puso de moda compartir servicios en aras de la calidad de los mismos y su eficiencia. Todas las que vinieron detrás comulgaban con esa misma filosofía: lograr ahorros en el coste de la prestación de servicios y explorar nuevas posibilidades de colaboración intermunicipal. La Cinco Villas se sigue llamando igual pero ya sólo está formada por tres concejos (Pravia, Soto del Barco y Muros de Nalón) tras haberse descolgado Salas y Cudillero, y como otras mancomunidades asturianas -véanse las del Cabo Peñas, Occidente o la Montaña Central- hace aguas. Por la parte que toca a la comarca avilesina, la mancomunidad creada para fomentar el turismo amenaza quiebra. ¿Por qué? Pues porque en la época de vacas gordas nadie se ocupó de lo básico: ni de cimentar el armazón financiero de estas entidades ni de aprovecharlas para acabar con las aparatosas estructuras municipales. Todo lo contrario.