En este amanecer desapacible y lluvioso de un domingo de primavera, ojeo en internet la prensa y con el alba, me llega la satisfactoria noticia que publica LA NUEVA ESPAÑA de la concesión del premio de la Federación Española de Hostelería a la familia Loya García.

Conocí al matrimonio a finales de la década de los 40 en Madrid, donde ambos trabajaban en Casa Mingo, un Bar asturiano situado en la calle Echegaray. Felix Loya, Natural de Villafrechós (Valladolid), en Tierra de Campos, a 14 Km de Medina de Ríoseco y María Luisa García, natural de Besullo (Asturias) y a 17 Km de Cangas de Narcea.

Félix andaba por el bar escanciando sidra y saludando a los clientes, muchos de ellos asturianos, con su tradicional campechanía. A mí, me llamó poderosamente la atención Félix porque era la primera persona que había visto escanciar sidra en tres vasos a la vez. Yo, que era un jovenzuelo aprendiz de médico, cuando tenía dos pesetas iba a Casa Mingo precisamente por el buen ambiente con evocaciones de mi tierra y porque vivía en la calle Huertas y después en la calle del Prado, ambas muy cercanas al Bar citado.

El año 1955 comencé a ejercer mi profesión médica en Avilés y veo con alegría que en el Restaurante Santarúa, situado en lo que hoy es laTravesía de la Industria o del Yunque (el propietario era Agustín Menéndez, padre de los afamados Agustín y Vicente Menendez Prendes, conocidos como Santarúa), comienza a trabajar una pareja recién llegada de Madrid: Félix Loya y María: marisco, fabadas, redondos «Santarúa» y todo ello con la colaboración en los fogones de María y en el Bar y la terraza, Félix, de Comodoro.

Allí trabajaron como ellos sabían hacerlo y allí comenzó su saga familiar: Miguel, Julio, Roberto (fallecido en la infancia de un desgraciado accidente doméstico) y Jóse. Como ya éramos amigos desde Madrid, charlábamos mucho, lo mismo de las almendras garrapiñadas de Villafrechós, del rio Ahogaborricos, de Medina de Rioseco, (parada obligatoria en los viajes por carretera de Madrid a Asturias o viceversa, de 12 horas de duración, con limpieza de bujías, algún pinchazo con colocación de parches, inflado de las ruedas etc), o del Mazo de Besullo,de Alejandro Casona, de Cangas? con el encanto y la dulzura que tenía María al hablar.

Como grandes emprendedores, alquilaron un local en las cercanías de Santarúa y comenzaron a ofrecer en Casa Félix el mejor marisco y las mejores carnes y pescados en plena eclosión de Ensidesa, por lo que era lugar de cita de Técnicos y directivos de la «fabricona» y de muchas gentes locales y del resto de Asturias.

Los hijos eran pequeños y también bajo la tutela de María, estaban sus hermanos Carlos y Esperanza y su esposo Félix que era un todoterreno. A base de trabajo, seriedad, simpatía y honradez, fueron levantando el negocio y acabaron por comprar el edificio en lo que más tarde sería el Hotel San Félix, en la Avenida de los Telares. Fueron años de esfuerzo y dedicación de todos pero sobremanera de María que, supervisando la compra, controlando a los cocineros (Saturnino, Maxi), atendiendo el Hotel y criando y educando a sus hijos, llevaron el pabellón de su casa al más alto nivel siendo una referencia en la restauración en Asturias. No he conocido en ninguno de los dos una palabra negativa ante cualquier petición. Siempre con una sonrisa lo hacían todo o lo inventaban, pero nunca tuvieron una duda ante cualquier reto para atender en su casa cualquier evento o en otros lugares del resto de Asturias, en Zamora o en Madrid. Nunca fueron tacaños en sus servicios- yo diría que fueron excesivamente generosos- y siempre recibían a sus amigos con una amplia sonrisa, María en la cocina y Félix, de cocinero, maitre o relaciones públicas. Félix, lo mismo charlaba con un vecino del barrio que con empingorotado político e, incluso, tras una comida a la familia Real, y secarse las manos del trajin culinario con su delantal, saludaba a Su Majestad con un campechano: ¡Hola, Rey!

Fruto de sus desvelos han sido sus hijos: Miguel, creador del Real Balneario en Salinas con sus medallas y galardones y artífice de un ambicioso proyecto en Arnao que, de manera incomprensible para mí, las trabas municipales están abocando al abandono; Jóse con el Restaurante La Quintana en Avilés y actualmente en el Restaurante San Félix y Julio un auténtico «manitas» que llevaba el mantenimiento del San Félix y hacía de maitre; fallecido prematuramente. Hoy la saga y la dedicación a esa maravillosa profesión, continúa con los hijos de Miguel y Eva, ya afamados restauradores, como Javier con restaurantes en Gijón y Oviedo e Isaac en el Real Balneario, mientras que otro de sus hijos es Abogado en un importante Bufete de Madrid.

María falleció el pasado año y Félix, aunque desde su pérdida ya no es el recio castellano que no se amilanaba ante nada, vive gozando de sus hijos y nietos con la satisfacción de ser una excelente persona querida y admirada por todos los que les hemos conocido. Hoy, a la larga Lista de distinciones y premios concedidos a esta querida familia, se suma el merecido de la Federación Española de Hostelería. ¡Enhorabuena!