Saúl FERNÁNDEZ

Adolfo Camilo Díaz (Caborana, Aller, 1963) presenta nuevo libro: «Memorial del monstruu» (Trabe), una novela con el que obtuvo hace dos años el premio «Montesín» de literatura juvenil. Se trata de una historia de aprendizaje, en pleno siglo XVIII, con cuélebres y guaxas como telón de fondo. Díaz es uno de los autores más reputados en lengua asturiana y es, asimismo, una voz autorizada en la gestión de las industrias culturales: lleva años coordinando el área correspondiente en el Ayuntamiento de Corvera.

-¿Dos años para sacar una novela juvenil?

-El mercado editorial en Asturias está intervenido, pero, pese a ello, en Trabe han tenido la valentía y el arrojo de salir adelante con «Memorial del monstruu», esta novela. Es cierto que obtuve el premio en 2010 y es cierto también que sale ahora, pero, ya digo, el mercado editorial en esta tierra está intervenido a golpes de administración. Es la que marca el calendario: si decide retrasar la concesión de las ayudas o eliminarlas es el mercado el que se resiente. Así se explican los cierres de las editoriales que no han sido de sobrevivir, las librerías e, incluso, los medios de comunicación. Así es como no se puede mantener el caldo de cultivo que durante estos años algunos hemos estado cocinando.

-Vamos a hablar de su novela, que para eso estamos aquí.

-«Memorial del monstruu» nace de una doble tradición: la de los cuentos de mi infancia y la de mis lecturas de siempre. Le explico: provengo de una familia de pueblo. Me contaron siempre historias de cuélebres, de guaxas... Todo aquello forma parte del imaginario colectivo del valle del Aller y del Lena, que es donde me crié. A los niños micos, si no comen, se le amenza todavía con el cuélebre. Y funciona. Además están los topónimos, que dan fe de la sombra de esta fantasía mitológica que es tan propia de esta tierra. La otra tradición es la que he cultivado yo mismo: la fantasía anglosajona.

-Es una novela juvenil, pero los lectores de «Memorial del monstruu» no tienen que ser jóvenes obligatoriamente.

-Lo hemos hablado en otras ocasiones: entiendo la división esta de juvenil o infantil como una excusa editorial que define el «target» de público. Lo demás es escribir. De acuerdo, no hay sexo duro, pero no tiene que haberlo. «Memorial del monstruu» es una historia para cualquier tipo de lector.

-Una novela histórica.

-No la tenía en mi currículo, por eso me prestó mucho ponerme con ella. El siglo XVIII es el gran siglo de Asturias, cuando las propuestas que salieron de esta tierra contribuyeron a cambiar el país. La Ilustración.

-Tiene algo de «El nombre de la rosa», ¿no le parece?

-Si es verdad que lo tiene, no me molesta. Disfruté enormemente cuando leí la novela de Umberto Eco. Hay un maestro y un joven de 16 o 17 años, pero la tradición de Don Quijote y Sancho es larga.

-Un misterio, una investigación y un sustrato cultivado.

-La documentación más exhaustiva fue para saber qué lengua se hablaba en Asturias en los años en que se desarrolla la historia: asturiano culto, amestáu y castellano, de todo había. Y de todo hay en la novela.

-Comenzó a escribir en asturiano por militancia.

-No, otros lo hicieron. Nací en una familia asturiana y asturianista, en la cuenca. Domina más la vertiente conservadora que la otra.

-¿Molarán las cenas de Navidad?

-Mucho. Y otras cenas. Empiezo a meterme en el asturiano sintiendo a mi abuela, que escribió un montón de años el pregón de las fiestas del pueblo. Si escribo es asturiana es por motivos sentimentales, emocionales y, claro, para defender un marco cultural que empezaban a machacar.

-Y después de 40 años: el asturiano sigue siendo una lengua clandestina, la administración público ha creado un clientelismo cultural...

-Queda la esperanza. Si hago lo que hago es porque me presta. Me presta. Es cierto que en este territorio he publicado un montón de libros, he ganado todos los premios... Me construí un techo que ahora combinar con el asturiano. No ha mucho tardar.