De nuestro corresponsal,

Falcatrúas

Pepe el de Enrique se asomó por el cuarteirón de la puerta de los del Ciego y pegó una voz:

-¡Eh! ¿Hay alguien en casa?

-¡Sí!, -contestaron a dúo Adonina y Agustín desde la cocina-.

-¿Tenéis huevos?

-¡Como salga, vas a saber si los tenemos, pero va a dolete! -amenazó Agustín bromeando-.

-Mandome Salucita a ver si teníais una docena?

A María de la Salud todo el mundo la llama Salucita, por ahorrar; a esta mujer no le ponen las pitas y andan sin huevos en casa, una carencia inadmisible viviendo en una aldea; Salucita es la mujer de Pepe el de Casa Enrique, hijo de Sagrario y de Belarmino. Belarmino resultó herido en la guerra «incivil» y posteriormente fue maltratado a fondo en un hospital hasta que lo dejaron lisiado para el resto de su vida, arrastrando una pierna que quedó sin juego en la rodilla, se la dejaron rígida los médicos, a medio estirar o a medio encoger, según se mire; si uno recuerda a este hombre, fijándose bien, se puede ver todavía su figura recorriendo los caminos de Bildeo balanceándose a izquierda y derecha, ayudado por un bastón o dos.

El caso es que Belarmino, con su minusvalía, hizo madreñas, anduvo con el ganado y sacó adelante la casería, segando y pañando la hierba por los prados empinados sin caer a ruedos gracias a alguna técnica misteriosa que desarrolló para sobrevivir. Ya bastante mayor, y con mucho retraso, alguien le «arregló los papeles» para poder cobrar una paga como mutilado de guerra porque algún gobierno reinante había reconocido que los perdedores de la guerra eran tan españoles como los que la ganaron; muchos de estos posibles beneficiarios no concebían que les fuesen a pagar, este es un país en el que tradicionalmente los gobiernos están ahí para cobrar y exigir al pueblo, no para beneficiarlo.

Quedamos en que Salucita mandó a Pepe, su marido, a pedir huevos a los del Ciego.

-Aquí tienes una docena, -le dijo Adonina al entregarle una huevera de cartón-.

-A vosotros, por lo que veo, las pitas pónenvos los huevos con fecha de caducidad, -comentó Pepe, abriendo la huevera-.

-¡Huy, neno, son huevos de los que vende el furgonetero, non son de casa!

-Es que con los adelantos que hay, creí que las vuesas pitas poníanlos con el cuño del ayuntamiento.

Como puede verse, la inapetencia de las pitas para cumplir con sus obligaciones se ha convertido en un drama bildeano. Aquel mismo día, Salucita, Adonina y Marilina, la mujer de Armando, comentaban este asunto porque no tenían enfermedades que intercambiar y a Salucita le dolía el tema:

-¡Estas pitas acaban conmigo, la madre que las trajo! Las muy zorras comen a Dios por una pata, tienen el pico ancho pa comer, pero son estrechas de culo pa poner.

-Pasa consulta con el veterinario, algo sabrá -dijo Marilina, que, al ser de Avilés formaba parte de la población flotante de Bildeo y tenía otro punto de vista-.

-Home, el veterinario sabrá de vacas y gochos, pero qué va a entender de pitas?

-Nada tienes que perder.

Y Salucita allá fue con un par de pitas en una cesta, a pasar consulta. Recordarán que en los bajos del Ayuntamiento, en un antiguo almacén, reciben a sus pacientes dos días por semana el médico, don Cheluís, y el veterinario, Juan, que como es andaluz quedó en Guan. Salucita depositó con mucho garbo la cesta con las dos pitas encima de la mesa del veterinario:

-Estas pitas y las compañeras parece que están en huelga de huevos; mire a ver si las puede arreglar o hago caldo con ellas.

El veterinario levantó unas plumas de una de ellas y diagnosticó con seguridad:

-Están llenitas de piojos, Salucita. Tiene usted que limpiar a fondo todo el gallinero y desinfectarlo utilizando este producto que le pongo aquí, rociando las paredes, las jaulas, el suelo, el techo, todo, con las gallinas fuera; además, hay que echarles a todas, una por una, el producto en polvo que le indico en esta otra receta, se lo echa como si fueran polvos de talco a contrapluma. ¿Sabe cómo le digo? Así entrará hasta la piel. En unos días volverán a poner.

-Muchas gracias, Don Guan, no sabíamos que pasara esto por los piojos.

-De paso, déle también un repaso a la casa, puede que los animales les hayan pasado pulgas, garrapatas y piojos a ustedes también.

La población integrante de Bildeo está parasitada por diferentes clases de chupasangres, unos naturales, como las garrapatas, los piojos y las pulgas, y otros que nos adjudicamos nosotros mismos voluntariamente cada cuatro años, para que nos flagelen. Somos así y no sabemos cómo ponerle remedio.

Seguiremos informando.