Si ayer hablábamos en estas mismas líneas de la partida de póquer político que se juegan el PP y UPyD, hoy hay que reconocer la hábil jugada de los recién llegados al parlamento. Hábil, pero peligrosa. Plantear unos puntos irrenunciables para dar el apoyo a uno u otro lado tiene como inconveniente que el partido de Rosa Díez acabe siendo rehén de ellos. No obstante, también es buena jugada para lavarse las manos, llegado el caso, y desdecirse del apoyo dado en su momento. El movimiento de UPyD fuerza más si cabe a que tome una decisión quien realmente está en turno de partida: el Partido Popular. Mientras Álvarez-Cascos trata de lanzar mensajes de desmedido optimismo hacia el pacto, el silencio de los populares no permite adivinar si «sí» o si «no». Pero no debería demorarse más esta agonía. Más que nada porque lo único que es necesario para tomar decisiones políticas es su escenificación, su envoltorio de argumentos. Y a estas alturas los de cada cual ya deberían estar más que claros.