Luanco,

Illán GARCÍA

Robustiano Rodríguez Martínez, «Robus», fue un hombre muy querido en su concejo de adopción a juzgar por las notables muestras de apoyo que los vecinos trasladaron a los familiares del hostelero fallecido el pasado lunes. «Se nos va un gran paisano que siempre luchó por lo que quiso», se oía comentar en uno de los muchos corrillos que se formaron a la puerta de la iglesia de Santa María de Luanco, donde ayer a las cinco de la tarde se celebró el funeral por su muerte.

«Robus», como le conocían sus convecinos, nació en Cangas de Narcea. Siendo apenas un chaval -como explicó su amigo Amador Rodríguez, «Romory»- comenzó a trabajar en el concejo de camarero en el ya desaparecido hotel Aramar, lo que hoy es el hotel La Estación de Luanco, ubicado a pocos metros del Museo Marítimo de Asturias, en la céntrica calle Gijón de Luanco.

Cuando trabajaba en este hotel, conoció a su esposa María Luisa Suárez y comenzó a perfilar su futuro como empresario hostelero y, posteriormente, hotelero. Pronto montó un restaurante que recibió el nombre de su apodo en el entronque de las calles Ortega y Gasset y Ramón y Cajal. «Fue un trabajador nato, que empezó sin nada», afirmó el teniente de alcalde, Ramón Artime, minutos antes del inicio del funeral. «Aquí hay mucha gente, pero en el tanatorio había aún mucha más», comentaba una de las vecinas que quiso darle el último adiós a «un camarero de los pies a la cabeza y mejor persona», como posteriormente le describió.

Cuando la funeraria llegó a la puerta del templo de Santa María de Luanco, decenas de vecinos se acercaron a la viuda y a sus tres hijos, Javier, Guillermo y Laura, para expresarles sus condolencias por el repentino fallecimiento del empresario. Algunos lanzaban hipótesis sobre las causas del fallecimiento, pero todos coincidían en destacar el cariño con el que este hostelero trataba a sus clientes y su incansable vitalidad para potenciar el concejo. Tras la eucaristía, el cuerpo de Robustiano Rodríguez Martínez, «Robus», fue trasladado a la parroquia de San Martín de Bocines, donde fue enterrado.

La muerte de este hostelero de 62 años cogió a contrapié a más de un gozoniego, que ayer no quiso faltar al funeral en el que se recordó el papel de «Robus» en el lanzamiento de la hostelería de un municipio que vive, en gran parte, del sector turístico. Precisamente, un buen número de empresarios se acercaron ayer al templo de la capital del concejo para despedir a este «hostelero de hosteleros», referente durante muchos años de la restauración en Luanco.