No es que las fosas sépticas de la ría huelan a «podrido Dinamarca», es que el hedor llega a los cimientos mas profundos sobre los que se asientan los pilares de nuestra democracia. ¿Cómo es posible que una alcaldesa haga añicos, cual cacique de rancio abolengo -supón que hablamos de Cascos-, los votos de los ciudadanos por los que está donde está y diga que no hay que airear esos lodos que cada vez tapan mas corrupción consentida? Creo que en mi pueblo a eso se llama prevaricación.

Llevo dos años largos -y perdón por ponerme pelín estupendo- avisando del desastre. Me costó amigos en el camino y enemigos nuevos en el afán de esa cosa tan fascista de que estás conmigo -o sea , con el Niemeyer- o eres un enemigo público. Fascismo y comunismo puro, que en estos ataques a la más elemental de las inteligencias, se dan la mano y se quedan tan panchos.

Clamaba yo por pedir luz y taquígrafos, por pedir cuentas, cuentas, presupuestos, claridad, al céntimo, al céntimo, justificaciones, de dónde sale el chiringuito, con qué fines se hace, quién lo paga, cómo se financia, cuánto cobran esos fantasmales equipos sacados de no se sabe dónde con un jefe a la cabeza sin el mayor mérito que presumir en su web de que era el productor de ese horror de película con la que tanta pasta nos llevó Woody Allen. Y clamaba también que si por pedir algo tan democráticamente elemental tendríamos que arrodillarnos para dar las gracias por los pufos y tapar las narices

¿Qué más daba? «Tira, que libres», que era orden y lema de Tini Areces en convertir el ahora peligro de ser un inútil mamotreto, el huevo frito, en su «Tinidú», mezcla de su mausoleo para pasar a la eternidad como hizo Pompidú con su estupendo museo parisino. Pero los cimientos estaban podridos de tantos años de arecismo.

Menos mal que IU de Avilés se dio cuenta a tiempo de la cacicada de Tinidú y no le dejó el juguete pasa su eternidad. Gracias, compañeros.

Ya sabemos que donde Tini y su club de elegidos meten el cazu hay un «y lo que surja» que no tiene fin. Ah, que queda esto otro. Oye, mira, y esta trampa. Y este pago repartido. Y este amiguete. Y esta factura sin dueño. ¿Será para el propio «Tineone» que hace una oferta que no se puede rechazar?

Avergüenza ver el comportamiento de estos políticos. ¿Cómo no vamos a despreciarlos, a desconfiar de ellos, a pedir que se vayan, que se vayan? Es que no piden ni disculpas ni perdón. A Tinidú, tras los cuatro grandes escándalos que nos deja, lo meten en el Senado para insultar aún más a esa nefasta Cámara que en buena parte es culpable del resquebrajo de este pobre país. ¿Se va de rositas tras todo lo pasado y lo que surja? ¿Seguirá Natalio Grueso pidiendo al Niemeyer una indemnización por despido improcedente? Eso mismo nos hizo Teddy Bautista en la SGAE y, ante el levantamiento de todos nosotros, lo anuló en quince días. Lo terrible es que tras ver los pufos de esta última partida -medio millón en viajes del sujeto- el Ayuntamiento de Madrid le contrate para que siga su política bien aprendida con su jefe Tini: «tira, que libres».

Quedan varias preguntas que producen escalofríos. ¿Cómo mantener a una alcaldesa que ganó las elecciones gracias a las trampas del Niemeyer y no sólo las justifica sino que pide que no se aireen? ¡Que abran puertas y ventanas del Centro! ¿Se ha equivocado de país? Esto no es banana Venezuela con aquellas imágenes estremecedoras de Hugo Chávez cuando con las cámaras de su TV dio una vuelta por Caracas y preguntaba a sus esclavos? ¿y ese edificio? Pues es del señor? ¡que lo confisquen! Y así se pasó una mañana con una gran juerga y contando chistes y repartiendo copas destrozando la ciudad en nombre de la democracia.

Nunca seremos Inglaterra, claro. Pero qué envidia da ver dos pequeños grandes sucesos de estos días en su nueva-vieja democracia. A un ministro le cuesta el puesto una pequeña mentira. Camino del aeropuerto le ponen una multa por exceso de velocidad y la paga con una tarjeta de crédito de su mujer. Pero como en los Comunes todo es transparencia -vamos, como en el reino de Tinidú, que es como un Camelot de opereta-, surge el incidente más bien banal.

Sale la trampa y lo ponen en la calle, no por pagar 100 libras de nada, sino por mentir. Y hace dos días, en un gesto también insólito incluso para Inglaterra, el viceprimer ministro inglés pidió públicamente perdón en una aparición en Facebook que dio la vuelta al mundo por inhabitual. Ese perdón se debía a que no había cumplido la promesa electoral de que no subiría las tasas de las matrículas universitarias. Vamos, Rajoy no saldrá de la cárcel en seis años por faltas a la verdad, promesas y delitos.

Bien es verdad que Nick Clegg el honrado liberal inglés, está casado con una estupenda abogada de Olmedo. Y seguro que sabe la hermosa historia que inmortalizó Lope de Vega sobre el caballero. Hay que saber estar a la altura del pasado.

Pero a estos nuevos caballeros del vivir de la política y pagados por todos sin dar palo al agua, les importamos bien poco y por eso ni un gesto de dignidad. ¿Quién paga ese enorme pufo que ha surgido y que a lo mejor tiene postdata? ¿Quién? ¿No habrá escarnios ni responsabilidades? Al menos Mata, en Baleares, va teniendo su vergonzoso merecido. Y Tini y CIA y su enorme «familia» tras tantos años de derecho de pernada, ¿qué? ¿Rositas y una sidrita?

Siento esto por todos nosotros, por quien rezará por nosotros. Pero especialmente por mi amigo Manolo Díaz. Quiero creer que lo han engañado las dos cabezas visibles del puferío. Nada, «tira, que libres». Pero hay que volver al Quijote, como siempre. Le decía a Sancho: los hechos, Sancho. Los hechos siempre son enemigos de la verdad. Sobre todo si son cometidos por estos impresentables.

Seguiremos informando.