El cañón de Avilés es la guardería de las merluzas del Cantábrico. La fractura geológica que se diluye en las profundidades marinas y que se ha hecho famosa por albergar singulares arrecifes de coral de aguas frías también da cobijo a «reclusos» de merluza, como se conocen a los ejemplares jóvenes de esta especie. Los científicos hallaron en la última campaña de investigación a bordo del buque «Ángeles Albariño» la presencia de estas «baby merluzas» en la cabecera del eje del valle submarino, a pocas millas de la entrada de la ría.

«Se sabía que en el cañón había reproductores de importantes especies de interés comercial, pero nunca se habían descrito casos de juveniles en estas profundidades», manifestó el director del Instituto Oceanográfico de Santander (IEO) de Santander, Francisco Sánchez, que el lunes dio por finalizado el rastreo al cañón de Avilés. Sánchez explicó que este nuevo hallazgo permite explicar comportamientos de la merluza desconocidos hasta el momento. Y más importante aún: en la sima abisal avilesina los «reclusos» de merluza están a salvo de pesquerías accidentales, lo que garantiza la supervivencia de la especie.

«En la zona donde detectamos juveniles de merluza no trabajan los arrastreros, que son los que pueden dañar a esta población», sentenció el responsable del oceanográfico, que cada vez que fija sus ojos en el cañón de Avilés firma nuevos hallazgos a tener en cuenta en caso de que en el futuro el cañón de Avilés reciba protección como ocurrió en el Cachucho, la primera área marina protegida de España a unos 65 kilómetros de la costa de Ribadesella.

A falta de analizar todos los datos obtenidos en la última campaña del proyecto «Indemares», Sánchez avanzó que además de «reclusos» de merluza también han detectado la existencia en el cañón de Avilés de una «importante» población de esponjas carnívoras. «Las esponjas son organismos considerados filtradores, por eso es una rareza», explicó el científico del Oceanográfico, que también destacó la existencia de grandes extensiones de arrecifes de coral y estrellas de mar gigantes con hasta diez brazos. Y es que la biodiversidad y, por lo tanto, la producción biológica es muy alta en el valle submarino avilesino.

Los científicos han sido capaces de radiografiar la sima gracias a aparatos como el robot «Liropues 2000», el único vehículo submarino no tripulado capaz de operar a profundidades de 2.000 metros, y un sofisticado trineo fotográfico. Aún así serán necesarias nuevas campañas de investigación para desvelar nuevos secretos del cañón. «Esperamos que se siga estudiando este espacio pese a la actual situación económica y esperamos también que se hagan nuevas investigaciones en el Cachucho, que es una referencia para el cañón de Avilés y hace tiempo que no se somete a estudio», sentenció.

Las conclusiones definitivas del proyecto «Indemares» se darán a conocer en 2013. Entonces la decisión de catalogar el cañón de Avilés como área marina protegida será, principalmente, política. Hasta entonces los científicos seguirán vigilando con su robot a las merluzas en la guardería.