Un frigorífico vacío, una tortilla de un solo huevo y un padre de familia con dos niños en la cocina. Mensaje directo que conmueve por su realismo. Es un spot de TV que dura 25 segundos y que abre la campaña de la Cruz Roja para recaudar fondos destinados a ayudar a los españoles más afectados por la crisis y de forma especial a las personas, según esta ONG, en situación de «extrema vulnerabilidad», como familias con todos sus miembros en paro, niños que viven en hogares pobres, personas mayores con responsabilidad o cargas familiares, personas paradas de larga duración, personas sin hogar o jóvenes en paro.

La reciente campaña de la Cruz Roja ha utilizado la fórmula del «Día de la Banderita», que tiene una larga tradición, pero en esta ocasión la recaudación no estaba destinada a las víctimas de catástrofes naturales, epidemias, hambrunas o conflictos bélicos, sino a los conciudadanos arrojados a la pobreza y la exclusión social por una crisis que ellos no provocaron. Pretende la Cruz Roja atender a 300.000 personas. La mayoría desempleados con más de dos años en paro, con rentas mínimas o sin cobertura alguna.

Estos y un millón más son los nuevos pobres que viven la triste pobreza vergonzante: la amenaza del desahaucio, los recibos pendientes de pagar de la luz y del gas... Son gente que ha sacado a los niños del comedor escolar, que intentan sobrtevivir a una quiebra sobrevenida, porque ellos antes trabajaban, tenían un empleo, pero los egoísmos del mercado, unidos a la impericia y estupidez de dirigentes y políticos, los expulsaron a la marginalidad.

Cáritas, la otra gran ONG reconocida por todos, advierte en un reciente informe de que la pobreza en España es «más intensa y más crónica que nunca» y señala que el índice del umbral de pobreza es del 22 por ciento y que otro 25 por ciento de la población se encuentra en «situación de riesgo». España es, actualmente, uno de los países con mayor tasa de pobreza y en la UE sólo nos superan Rumanía, Bulgaria y Letonia. Cáritas, a través de sus 5.600 centros parroquiales, atendió en 2011 a un millón y medio de personas con ayudas de urgencia.

La sociedad civil, Cáritas y la Cruz Roja, principalmente, y otras ONG's hacen lo que pueden y más. El interrogante forzoso implica a las administraciones públicas, todas, y especialmente al Gobierno.

En las últimas semanas el Gobierno, asustado por las protestas y porque la cifra de parados no desciende, anda buscando algunos paliativos a la dramática situación social. La ministra Mato ha expresado públicamente el reconocimiento a todas las entidades que prestan remedios para mantener un mínimo de cohesión social y que pronto ofrecerá el Plan Nacional Contra la Pobreza Infantil como respuesta a esa brutal cifra, según UNICEF, de 2.300.000 niños que en nuestro país sufren carencias básicas por la falta de recursos familiares.

Bienvenidos sean todos los esfuerzos, pero es de justicia modificar las causas que nos están llevando a la pobreza generalizada, planes de austeridad incluidos, e incluso repensar si merece la pena continuar con nuestro actual modelo de sociedad cuando produce tantas víctimas.