Parece ser que en los últimos tiempos los avilesinos reciclamos menos, dato que podría indicar que el cambio de nuestros conciudadanos estuviese originado por un creciente menosprecio al cuidado del medio ambiente. Pero nada nos lleva a considerar que ése es el motivo, sino uno mucho más preocupante: el descenso del consumo.

La crisis, que parece una palabra ajena, un pájaro de mal agüero que nos sobrevuela constantemente y del que no somos capaces de librarnos, es sencilla y llanamente la disminución de ingresos, el paro, la dificultad para llegar a fin de mes. Más aún, la dificultad para llegar a mediados de mes.

No es que seamos menos ecológicos, sino que tenemos menos que tirar. De hecho, generamos menos basura. Cosa que quizá nos agradezca la naturaleza, pero que no se debe, por desgracia, a una agudizada conciencia conservacionista del entorno natural. Simplemente tenemos menos de todo, incluyendo la basura.

Pero dicen que la crisis agudiza el ingenio, eso debe ser bueno, creo. Aunque a nosotros por lo que parece que nos ha dado ha sido por estudiar, por estudiar idiomas. En concreto, lo que más nos interesa es manejarnos con soltura en inglés (aunque el alemán y el chino llaman también bastante nuestra atención).

Al parecer las academias de idiomas y las escuelas oficiales han recibido estos primeros meses del curso un aumento grande de solicitudes. Hasta un cuarenta por ciento, decía hace unos días una noticia de este mismo periódico. Quizás es la necesidad la que obliga o que al fin hemos comprendido que los españoles podemos aprender cualquier idioma, por «difícil» que nos parezca. Miren, si no, lo bien que se nos da hablar castellano, con lo complicado que puede llegar a ser para un extranjero, por ejemplo.

A mí siempre me han gustado los idiomas, aunque debo confesar que quizá no me he esforzado todo lo que debiera en aprender aquellos a los que me he acercado, y que suelo achacar a mi «falta de oído» las dificultades que voy encontrando en la pronunciación. Procuraré enmendarlo, así que toca reciclarse.

Ya ven que, aunque disminuya el reciclaje de residuos, aumenta el personal. El motivo parece el mismo: la crisis, la necesidad de acercarnos a Europa en esto de la cuestión laboral. Que algo «menos malo» había que sacar de esta situación nefasta.

En este camino autorreciclador nos queda por dar algún que otro paso, como, por ejemplo, en el aspecto higiénico, que de no escupir en la calle, ni tirar papeles, ni orinar en las aceras, algo bueno saldrá, seguro. Con o sin crisis.