Myriam MANCISIDOR

«En España se confunde el respeto a los muertos con la posibilidad de visitar los cementerios. Tanto es así que lo más espectacular que he visto en un cementerio español ha sido, precisamente, el "yuyu" que le da a la gente visitar los camposantos en comparación con otros países», manifestó ayer la periodista y escritora Nieves Concostrina minutos antes de ofrecer una conferencia en la Casa municipal de Cultura bautizada «Epitafios: esa increíble literatura de lápidas».

Concostrina habla de la muerte sin pudor, aunque con máximo respeto. «La muerte es arte, cultura, arqueología, historia...», explica esta periodista que ve con buenos ojos iniciativas como la que acaba de impulsar el gobierno local y que pasa por promover visitas al camposanto más allá del Día de los Difuntos. El Ayuntamiento inauguró con este fin el centro de interpretación del cementerio decimonónico, el primero del país dedicado al turismo de cementerios. En otros países está en auge esto de pasear entre tumbas, pero en España, al menos de momento, cuesta creerlo.

«Me parece fantástico que se abran los cementerios al público porque habitualmente la gente acude solo en la festividad de Todos los Santos, con la cabeza gacha, y no vuelve hasta el año siguiente», sentenció Concostrina, que incidió en que los camposantos son una fuente más de cultura para una ciudad. «Dejar de visitar estos lugares es perderse un montón de cosas», manifestó esta profesional especializada «en asuntos funerarios y en los extraños rincones de la historia».

Redactora jefa de la revista «Adiós», Concostrina ofreció hasta el pasado agosto el espacio «Polvo eres» en Radio 5 Todo Noticias, una pieza dedicada a todos los ámbitos de la muerte, desde los distintos y más extravagantes ritos funerarios hasta las cuestiones más actuales que afectan al sector funerario, sin olvidar las peripecias póstumas por las que han pasado distintos personajes históricos.

Concostrina presentó ayer más de cien epitafios de los más de 3.000 que ha recopilado en los últimos años. «Cada uno que elija el que más le guste», señaló ante la dificultad de quedarse con uno en concreto, aunque precisó: «Tal vez uno de los más extravagantes es el de un hombre que está haciendo un gesto grosero con el dedo». El famoso epitafio atribuido a Groucho Marx, «Perdonen que no me levante», no hace competencia a decenas de frases escritas en lápidas.