En 1998 se firmaba la «Declaración de guerra contra judíos, cruzados y apóstatas», suscrita por decenas de organizaciones terroristas y líderes procedentes del islamismo radical. La iniciativa correspondía a Bin Laden quien había seguido fielmente el discurso de Jomeini, en el que calificó a Estados Unidos como el Gran Satán al que había que destruir a cualquier precio.

Del antiamericanismo inicial motivado por los apoyos de Estados Unidos a Israel, se ha pasado al odio a todo lo occidental, identificando a la democracia y a los modos de vida occidentales como el mayor peligro para el Islam.

Cuando comenzaron las revueltas de «la primavera árabe», tan jubilosamente recibidas en Occidente, pronto se ha podido comprobar que aquel movimiento, que se calificó de liberación democrática, se ha visto gravemente mediatizado por imposiciones islámicas radicales. La «sharia», la ley coránica, se queda corta frente a las iniquidades de talibanes y seguidores de Al Qaeda.

El islamismo radical trata de imponer una sociedad dogmática, atacando los implantes democráticos que tímidamente se iniciaron después de las sublevaciones populares, ya que como ideología totalitaria no acepta derechos y libertades fundamentales, ni que la población a nivel colectivo o individual reclame otras alternativas a las dictadas por los imanes revolucionarios. Para los yihadístas el Islam clásico está caduco, vendido a Occidente, y por lo tanto hay que sustituirlo. Como referencia sirve toda la normativa impuesta a la mujer, desde el velo a la reclusión doméstica y negación del acceso a la educación.

En la «Declaración» promovida por Bin Laden se especifica que «cruzados» son todos los occidentales, no solo los americanos, puesto que pretenden invadir y dominar, por diferentes medios, las tierras islámicas como antes lo hicieron en tiempos de las cruzadas medievales. Por ello deben ser destruidos junto a los judíos de todo el mundo, no solo de Israel e igual trato debe aplicarse a los apóstatas musulmanes que no acepten la sharia revolucionaria.

Con estas posiciones dogmáticas se enfrenta Occidente. El yihadismo se extiende por el continente africano , Libia, Somalia, Níger, Sudan, Malí, y están muy amenazados Egipto, Argelia, Túnez, Marruecos y Mauritania . No son meras confrontaciones de señores de la guerra o de partidos, es la implantación de un extremismo totalitario con excusa religiosa.

Frente a esta situación se comprende menos una actitud quietista y pudorosa que parece ser dominante en los países occidentales. El yihadismo está a las puertas de Europa. Los acontecimientos de Malí y Argelia pueden servir para sacudir sensibilidades y es muy de agradecer que haya sido un líder de la izquierda, Hollande, el que haya dado la cara comprometiéndose en la contención de Al Qaeda. La UE debiera ser consciente del alto grado de contaminación yihadista que ya tiene. Como ejemplos de esa infiltración maliciosa pueden servir Rotterdam, donde en su popular barrio de Feyenoord manda la sharia y aquí, en Granada, en donde el movimiento radical para la independencia de Al Andalus, con indignas complicidades, se manifestó públicamente contra la celebración tradicional -más de cuatro siglos- del aniversario de la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos. Si alguien habla de xenofobia es que no tiene ni idea de lo que pasa.