Luanco, Illán GARCÍA

Luis Servando Peláez es, sobre todo, marino y luanquín. A sus 70 años, este capitán de la marina mercante ha estado en Terranova, Groenlandia, en el norte de Europa, en Rusia, en Noruega, pero siempre vinculado con su Luanco natal. Ha pasado campañas de más de doscientos días fuera de casa para capturar bacalao, merluza o el pescado de temporada en cuestión. Todo ese tiempo, montado en la embarcación. «Había veces que de tanto caminar por el barco no sabía andar en tierra y me caía, una vez caí redondo donde la Torre del Reloj, andaba como un pato», cuenta el marino.

Este capitán comenzó en la Marina en los años sesenta del pasado siglo. Cuando estaba embarcado, se comunicaba por carta con sus familiares y amigos y tan sólo se enviaba un telegrama por causas de emergencia. «Era muy caro, una fortuna: costaba 15 pesetas», afirma Peláez. En el año 64, este marino cobraba 2.000 pesetas de sueldo, a lo que hay que añadir las primas pesqueras. «En el año 1965, con 15.000 pesetas te podías comprar un piso en Luanco», recuerda mientras hace memoria sobre la espléndida vista de la villa marinera desde el mar. «Desde el este, veías los eucaliptos de La Mofosa y la casería que había en esa zona, también la isla del Carmen; era como La Concha de San Sebastián, esos eucaliptos eran un referencia donde ahora hay chalés», explica Luis Servando Peláez.

Eran los años sesenta y Luanco era un pueblo marinero por los cuatro costados. Sus calles olían a ocle y «había mucha gente que se dedicaba a la pesca». Paulatinamente fueron desapareciendo los barcos de vapor, que serían sustituidos por completo en los años setenta por las embarcaciones a motor. «Antes había pescadores sacando aparejos, el ocle era un buen sustento para muchos. Luanco era un pueblo netamente marinero», afirma este marino. Peláez era de los que recogía ocle por arribazón, a la orilla.

«Cuando había mareas vivas, en verano, lo arrancábamos a mano y más tarde, se inventó la recogida del ocle desde un bote, y se usaba una barra de eucalipto y un rastrillo para cogerlo, eso lo hacíamos delante de la iglesia, por Samarincha, y en Antromero, había cantidad», destaca Luis Servando Peláez, que pese a prejubilarse en el año 1997, siempre ha estado vinculado a la mar. «Decía Bulle, otro marino, que él nació el día que se jubiló», bromea Peláez, que, por momentos, reflexiona, y se da cuenta que muchos marinos «no han vivido nada por estar embarcados».

Luis Servando Peláez ama su profesión sobre todo, pero sin embargo, el hecho de estar navegando le ha impedido disfrutar de su familia el tiempo deseado. «Nunca vi la cara de mis hijos cuando eran pequeños y llegaban los Reyes Magos y, además, no pude ir a la comunión de mi hija porque estábamos de camino a Indonesia. Eso sí, viví los nacimientos de los dos, uno me pilló cargando en el puerto de Gijón y el otro de vacaciones», explica.

Pese a todos los inconvenientes de ser marino, Luis Servando Peláez lo tiene claro, repetiría su experiencia si volviera a nacer. No obstante el futuro de la pesca «está muy negro»: «Si puedes, compras una lancha y te haces autónomo, pero visto como están las cosas, ni con esas, lo veo muy negro».

Por momentos, Luis Servando Peláez, echa la vista atrás y se recuerda así mismo montado en una de esas embarcaciones en el golfo de San Lorenzo. Iban a por bacalao y al echar la red, capturaron diez toneladas de cabralochas, que se volvieron a tirar al mar. «Sólo queríamos bacalao», añade. Son anécdotas de un lobo de mar que se resigna a pensar que poco queda de ese Luanco marinero en el que las calles olían a ocle, y los marinos llegaban a tierra con las costeras cargados de pescado y con dinero fresco. En una semana se celebra el Socorro, en la primera semana de febrero. «Como decía mi amigo Morán: "nací en febrero, el mes de la fame", era el peor mes del año, pero estábamos todos en tierra para celebrar el Socorro», afirma Luis Servando Peláez, un hombre de 70 años que defiende a capa y espada su profesión de marino mercante y su Luanco marinero.

Luanco, Illán GARCÍA

El encuentro de capitanes de la marina mercante, al que también asistirá Luis Servando Peláez, se celebra el próximo sábado 2 de febrero, enmarcado dentro de las fiestas de El Socorro. En esta ocasión se trata de la octava edición de esta reunión de marinos que comienza con una misa para recordar a sus compañeros fallecidos y continúa con la tradicional visita al Museo Marítimo de Asturias. «Este año, por primera vez, pueden venir invitados, no sólo capitanes del concejo», explica Francisco Roces, uno de los organizadores de este encuentro. Por el momento, hay unos sesenta inscritos en esta jornada. «Hemos invitado a compañeros de otras zonas y de paso, les enseñamos el Museo Marítimo y así lo promocionamos entre las personas que aún no lo conozcan», añadió Roces.

La jornada comenzará al mediodía con la misa y la una está convocada la visita al centro, en un acto que cuenta con la colaboración de la asociación de «Amigos del Museo Marítimo». Además de Peláez, Roces, José Suárez, Pepe Marcos Gutiérrez, y José Francisco Suárez, «Pichi», en esta reunión estarán presentes Miguel Camarero, de Tarragona, Fernando Granda, que trabaja en China, Amador Gutiérrez, de Algeciras así como otros capitanes de Bilbao, Cartagena, Madrid y trabajadores del puerto de El Musel.

Hasta ahora, los capitanes se han reunido durante los últimos ocho años sin hacer mucho ruido. Hablan sobre la situación del sector, ríen, bromean, comen y poco más. Pero, no dudan que para la décima edición, que se celebrará en febrero de 2015, han de organizar algo especial.