Las circunstancias y los tiempos todo lo mudan. Lo que otrora nos parecía admisible, ahora se convierte en carne de escándalo: lo que en otro tiempo se escondía en una madeja de favores, ahora se transforma en tenebrosa irregularidad, en maquiavélica trama. Así, afloran sospechas de financiación irregular o de ilegalidades manifiestas. Lo eran antes, también, pero se hacía la vista gorda. No hay más que analizar las relaciones entre proveedores y la Administración, el modo en que el trato diario acababa convirtiéndose en algunos casos en una complicidad: adelantos de obras, de dinero encubierto o de actividades que luego se cobraban para aliviar los apuros de ciertos organismos a la espera del siguiente presupuesto. Pero los favores se pagan con contratos fragmentados u otras prácticas que ahora todos los juristas consideran fraudulentos. Hubo en otro tiempo una forma de proceder que parecía lícita, pero seguramente no lo era desde el principio. Pero la excepción acaba por hacerse norma: hasta que cambia el tiempo, o las circunstancias, y todo lo muda.