Nunca engañar, responder siempre, ser claros, concretos y sencillos en las explicaciones son los aspectos fundamentales que han de tener en cuenta los padres a la hora de responder a las dudas que en materia sexual plantean los hijos, según señala Iván Rotella, coordinador del Centro de Atención Sexual de Avilés.

El sexólogo, que ha ofrecido una charla en el colegio de Sabugo dentro de la programación de la Escuela de Familia, reconoce la dificultad que supone enfrentarse a muchas de las preguntas que sobre sexualidad plantean los niños desde su más tierna infancia. Pero para alentar y allanar el camino de los progenitores o tutores en esta a veces difícil tarea, Rotella parte de una premisa: «la información sexual no es la información coital. A diferencia de los adultos, que relacionan ambas, los niños preguntan sin connotaciones eróticas; ellos sólo quieren saber por su curiosidad natural». Y argumenta la importancia de adquirir desde los primeros años una información adecuada al manifestar que «el sexo nos acompaña toda la vida».

Existen tres preguntas, según el sexólogo, que todos los niños plantean en los primeros años de vida y que para algunos padres resultan difíciles de contestar. Para hacer más sencillo ese momento, Rotella, que hace hincapié en la conveniencia de responder siempre, ofrece a continuación unas indicaciones.

¿De dónde vienen los niños?

Esta es, a juicio de Rotella, la primera duda que busca desvelar el niño. A ella, como a cualquier otra en materia de educación sexual, el sexólogo aconseja, sobre todo, «no engañar nunca a los pequeños, ser claros, concretos y sencillos en las respuestas». En ocasiones, Rotella sabe que los padres tienen miedo a no estar a la altura de las circunstancias, a equivocarse, o a pasarse en explicaciones. «Lo importante de verdad es ser la fuente de información fiable». Y para responder a esta primera cuestión, aconseja «no hablar de la semillita que papá plantó en mamá y sí de celulitas. No es necesario ofrecer muchos detalles, sólo lo básico, ya llegarán más preguntas. La educación sexual es como la enseñanza de las matemáticas, no se aprende a hacer raíces cuadradas sin conocer los números, todo lleva un proceso.

¿Por dónde salí yo?.

Para responder a esta pregunta hay que ser naturales, dice Rotella, si bien señala que ante este interrogante, el pudor puede jugar una mala pasada a los padres. «No obstante, no es malo transmitir al niño que nos da vergüenza hablar de estas cosas, aunque para que conozcan el esquema corporal no hace falta desnudarse, existen imágenes y muchos libros de texto. Además, en este punto, los padres se pueden apoyar en los profesores del colegio o en alguna otra persona que sea un referente para el niño».

¿Cómo entré yo ahí?.

Esta es la pregunta más difícil para los padres, confiensa el sexólogo, «porque les obliga a contar detalles difíciles de abordar. Aún así, no deben asustarse porque se trata de describir el proceso de forma sencilla: papá pone unas celulitas en el interior de mamá. Es una frase. Da vergüenza, pero hay que explicarlo haciendo uso de un formato que comprenda el niño. Facilita su comprensión el conocimiento que tiene de los genitales, que ya ha estudiado en el colegio. A estos debemos llamarlos por su nombre», dice Rotella al tiempo que resalta de la necesidad de «advertir que se trata de algo de adultos».

Una vez que el niño ha alcanzado la última etapa de Primaria y cuenta con seis o siete años, y superadas las dudas más básicas, Iván Rotella indica que es el momento de empezar a hablar de los cambios corporales que se presentarán en la adolescencia, a partir de los 11 o 12 años. «Se trata de prevenir la llegada de la siguiente etapa, de explicar hacia dónde encamina su cuerpo: la regla, los cambios de la voz, la aparición del vello... Si carecen de esa información, cuando se produzcan se asustarán».

Y ya en la adolescencia, si el niño ha recibido una educación sexual previa y ha vivido en un entorno que ha fomentado la comunicación, comenta el sexólogo, «afrontará mejor esa etapa de desbarajuste hormonal y contará con las herramientas necesarias para manejarse en el futuro». Por contra, dice, los jóvenes con carencias educativas en temas sexuales alcanzan la juventud con miedos y tienen más posibilidades de sufrir experiencias negativas. Además, recalca, la educación sexual ayuda a evitar la violencia de género, el sexismo o la homofobia, entre otras lacras sociales, ya que fomenta el respeto.