José María Sanz (Barcelona, 1960) es «Loquillo», un cantante con solera. Iba para jugador de baloncesto del Barcelona, sin embargo, prefirió el micrófono y la carretera. Rodeados por músicos de primera línea, este hombre de gran envergadura cambió las canchas por las salas de conciertos como la Zeleste. Y así, hasta hoy.

Este año se cumplen treinta años de su primer trabajo discográfico, «El ritmo del garaje», un lp que dejaba claras sus intenciones. «Quiero ser una rock and roll star», rezaba una de sus canciones más coreadas y que forma parte de la historia musical de los primeros años ochenta. Tras ese disco, vinieron otros trece con «Los Trogloditas», su grupo de toda la vida, y otros tantos como solista.

En sus inicios se dijo de «Loquillo», que era «demasiado rocker para los punks, y demasiado punk para los rockers». Desde 2007, el «Loco» se sube al escenario con una nueva formación entre los que se halla el guitarrista asturiano Igor Paskual, que también había participado en «Loquillo y Los Trogloditas». «La mejor banda de rock and roll nacional», según palabras del propio Loquillo, está inmersa en la gira «De vez en cuando y para siempre» que hará una parada en el centro Niemeyer de Avilés esta noche a las nueve. Viene a presentar su último trabajo «La nave de los locos». La entrada cuesta 33 euros.

«Loquillo» no sólo es rock and roll, también es estética. Un hombre vestido de negro, con botas camperas, casi dos metros de altura y tupé. Su arrogancia de «rock star» le ha acompañado en su carrera en la que ha jugado con los sonidos guitarreros, ha «tonteado» con la música «glam» e incluso ha publicado dos discos de poesía. Este «macarra de ceñido pantalón», parafraseando a Joaquín Sabina, ha llegado incluso a estar nominado a un «Grammy» en el año 2008 por su disco «Balmoral».

Con miles de kilómetros de carretera a sus espaldas, «Loquillo» es uno de los referentes del rock en castellano. Los que le conocen dicen de él que es «un trabajador incansable», un apelativo que le sirvió para seguir llenando las salas y auditorios allá donde actúa. Todo ello, después de tantos años en el candelero, justo como se propuso a principios de los ochenta cuando cantaba «Quiero ser una rock and roll star».