Las inmunidades pueden existir pero deben estar justificadas. Y muchas veces no están argumentadas o se escudan en cuestiones tan abstractas como puede ser la razón de Estado. Esta es una de las conclusiones a las que llegó ayer en el Centro de Servicios Universitarios el Catedrático de Derecho Constitucional Francisco Bastida, que impartió la conferencia «Las nuevas y viejas inmunidades del poder», un debate de actualidad a raíz de la imputación de la Infanta Cristina en el conocido como «Caso Nóos».

¿Está justificada la existencia de la inmunidad del poder frente a la ley en una democracia? Las inmunidades que hoy existen y que están bajo sospecha giran en torno a la extensión del aforamiento, según Bastida. «Cada vez hay más altos cargos que están aforados y que por tanto tienen que ser juzgados o por el Tribunal Supremos o por el Tribunal Superior de Justicia de la comunidad autónoma correspondiente. Ahora se está debatiendo sobre la Ley de transparencia de la Casa Real y se está discutiendo si hay un aforamiento de las Infantas. En la medida en que no ejercen ninguna función pública, ese aforamiento no está justificado por su parentesco con el Rey, por ejemplo», expuso.

Don Juan Carlos es la viva imagen de la inmunidad del poder. «Es inviolable por los actos que realiza en el ejercicio de su función y en su persona. Cualquier acto suyo, goza de inviolabilidad. Y eso es una anomalía en un sistema democrático. Por ejemplo, dos demandas por reconocimiento de paternidad fueron parados en octubre de 2012 por juzgados de Madrid bajo el argumento de que el Rey es inviolable», planteó.

En España hay instrumentos para la impunidad, según Bastida. «No de una manera abierta pero sí en la medida en que se ha ido creando el marco legal de la corrupción, que hace que haya cierta inmunidad e impunidad. Si no hay un control sobre las personas que tienen la capacidad política de hacer adjudicaciones o de transformar suelo rústico en suelo urbanizable de un día para otro, estamos ante el caldo de cultivo para que haya corrupción. Todo eso se envuelve en la idea del poder discrecional de los poderes públicos, que tiene que ser controlable», añadió.

Bastida considera que «existe una falta de regulación de la responsabilidad política y patrimonial de los cargos públicos» aunque apunta a otro «problema más de fondo, la crisis de los partidos políticos». «Han favorecido y se han beneficiado de todo este marco legal de la corrupción y realmente han hecho de ella una fuente de financiación importante. Es algo que estamos padeciendo actualmente. En vez de destapar la corrupción, los partidos la han ido tapando acusando al contrincante de todas esas actividades y ocultando las propias». Y esto ha sido posible en parte, gracias a «otra fuente de inmunidad e impunidad importante, como es la externalización de los servicios o la creación de fundaciones». «Lo estamos viendo ahora, por ejemplo, con la Fundación del hospital San Pau. Se buscan salidas para evitar los controles del Derecho Administrativo, argumentó.

Pero existen muchas inmunidades y de diversa índoles, como la connivencia del poder político con el económico, los indultos o los aforamientos, el conjunto de privilegios procesales y penales de los que gozan los parlamentarios (nacionales y autonómicos) y los altos cargos. «La inmunidad está justificada desde el punto de vista funcional, cuando estamos ante una función que se entiende relevante para el Estado. Por ejemplo, los diputados son inviolables pero en cuanto ejercitan la función parlamentaria, por las intervenciones que realizan en la Cámara, por los votos que emiten. Desde la política se ha intentado extender el aforamiento a actividades extrafuncionales. El caso más típico es el de Berlusconi, que desde que fue nombrado presidente ha intentado extender la inviolabilidad para no ser juzgado por sus delitos fiscales y de su actividad privada como empresario. Los políticos españoles intentaron en 1993, sin éxito, extender la inmunidad a las actividades civiles. Eso supondría la quiebra del principio de igualdad», concluyó Bastida.